Presupuesto y fiscalización/David Colmenares Páramo
Las palabras son seres mágicos. Transforman. Convierten. Crean realidades.
Cada palabra es única, su esencia distinta, sus implicaciones muy vastas y a veces inimaginables. Así, no es lo mismo tener un trabajo que una chamba. El trabajo es dignidad y certeza. El otro entretención, sustituto sin importancia.
Un trabajo es pasión en la que convergen nuestros talentos, dones y “competencias”. Una chamba es actividad que cualquier zoombi puede desempeñar mientras en su mente y corazón deambulan mil ideas y propósitos distintos a la tarea que ejerce. No existe compromiso, rumbo ni sentido.
Dicen que la palabra chamba se ideó para desestimar el desempleo. Que ante el desalentador panorama de ocho millones de jóvenes que no estudian ni trabajan en México, los “ninis”, el aparato gubernamental acuñó el término chamba para desestimar la desesperanza en el futuro, para “aligerar” la carga emotiva y social que esto supone para el país.
Se creó entonces una palabra que minimizaba todo lo que representa el trabajo, porque trabajo es realización y es lo único, junto con el amor, lo que le da sentido a la vida. Porque trabajo es vocación, pasión, transformación. Es el empleo sistemático de nuestro poder para crear realidades, para desplegar como alas infinitas la imaginación, los pensamientos, ideas e incluso las emociones.
El trabajo te define, es parte de tu ser, se impregna con tu personalidad, con tus vivencias. Es más que una actividad remunerativa, es algo que te define, a lo que aportas, una herramienta incluso con la que das cuenta de tu misión en la vida. Está implicada en tu Contrato Sagrado, en tu unicidad y aportación al universo.
Chamba es actividad intrascendente que realizas a cambio de un pago. No tiene tintes de vocación, importancia o sentido. Es algo sin importancia.
Cuando alguien pierde la chamba no hay problema. Es sustituible. Carece de importancia. Pero si alguien declara que lo despidieron de su trabajo nos cimbramos. No es el dinero que percibía lo que se pierde. Sabemos que es un hecho demoledor a su propia realización e incluso a la autoestima de quien pierde su trabajo. Es un hecho lamentable, trascendente, que implicará la realización de un duelo, por breve o insignificante que aparezca.
La utilización de la palabra chamba o trabajo tiene connotaciones diferentes de respeto e importancia. Esa cada uno las asigna. Y en esa medida es el desempeño que ejerce pero también el grado de satisfacción que le reporta la actividad que realiza.
Les comparto una anécdota. Un hombre miraba trabajar a tres albañiles. Uno lo hacía de manera cansina y torpe. Otro de una manera sistemática y armoniosa. El tercero proyectaba gran felicidad al adherir ladrillos al cemento. Era el más productivo. El observador le hizo la misma pregunta a cada uno de ellos: ¿qué haces?. Las respuestas fueron éstas:
El hombre que trabajaba lentamente y lucía agobiado dijo malhumorado:
-¡Pues pego ladrillos! ¿No ves?
El que tenía un desempeño medio sonrió ante la pregunta y respondió:
-Hago una iglesia.
El tercero, el más motivado y cuya productividad rebasaba al de sus compañeros aseguró complacido:
-Transformo la ciudad.
Aunque todos hacían lo mismo, cada uno asignaba diferente importancia a lo que realizaba. Para uno era chamba. Para otro trabajo. Y dentro de estos, la trascendencia también cambiaba. ¡Cómo defines a lo que realizas ahora? Elige las palabras. Recuerda que ellas crean realidades.