La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Relaciones públicas es ciencia, arte, mística y magia. Ciencia porque se trata de estrategias de comunicación sostenidas en el tiempo para consolidar o crear una reputación; arte porque armoniza elementos inconexos para generar una belleza inusitada con ellos, mística por descubrir los dones de cada ser, magia porque es un proceso del que emerge un mensaje sorprendente, vívido, emotivo y memorable.
¿Y para qué sirven las relaciones públicas? Una respuesta simplista sería para catapultar la imagen física, verbal, ambiental, audiovisual, visual y profesional. Pero relaciones públicas es algo más: no se restringe a poner a una persona -física o moral- bajo los reflectores. Es buscar lo mejor de ella y en base a su talento, capacidad, experiencia, competencias y aportaciones generar su identidad y reputación y darlas a conocer al mundo. Y en ese proceso de alta visibilidad la Persona se magnifica, complementa, mejora y obtiene la mejor versión de sí misma.
No es apariencia ni maquillaje. No se trata de una cirugía cosmética. Tiene que partirse de la esencia: investigar, observar, interrogar y experimentar para obtener una verdad ineludible, el quién es, la esencia. A partir de ahí se generarán las estrategias para volver coherentes todas las imágenes que la envuelven. Aparece así la identidad, que a lo largo del tiempo conformará la reputación.
Relaciones públicas logrará que la persona esté bajo los reflectores para obtener de la opinión pública confianza, fidelidad y apoyo. Un enorme capital que no puede sostenerse sólo en apariencia, tiene que arraigarse en el corazón, en eso que llamamos esencia.
Para catapultar una imagen, relaciones públicas empleará múltiples disciplinas como periodismo, comunicación, psicología, mercadotecnia, publicidad… pero los mensajes que creará son totalmente diferentes a estas disciplinas, es la amalgama de ellas con una visión única que pretende obtener las mejores percepciones entre clientes, proveedores, inversionistas, amigos y medios de comunicación. Los públicos de las relaciones públicas son tan diversos como personas existen.
Las tareas que realiza un publirrelacionista van más allá de convocar a una conferencia de prensa o emitir un boletín a los medios de comunicación. Es acompañar a la persona a desvelar lo mejor de sí y compartirlo al mundo. Es estar ahí con estrategias comprobadas para enfrentar una crisis de comunicación, es darle sentido y cohesión a elementos dispersos que conforman el mundo y la realidad de la persona, es recordarle que su mística va más allá de lo inmediato y aparente, que sus dones son para hacer mejor nuestro mundo.