Presupuesto y fiscalización/David Colmenares Páramo
Aparecen los días mágicos. Los de recuerdos de infancia y nostalgias bajo soles tenues y estrellas casi imperceptibles pero con lunas descomunales y esperanza. Hay quien ama esta época. También algunos la detestan. Sin embargo, todos coinciden en que ocurre algo insólito en estos días. Aparece de manera imperceptible una pregunta que durante todo el año se escabulle con las prisas: ¿para qué vine a esta vida?
Esa es la gran interrogante que se plantea de una manera genuina, atenta para responderse en medio de los hondos silencios de invierno. Pueden pasar muchos años con esa interrogante que da sentido a la vida. A veces, un preludio de Navidad se logra responderla felizmente. A veces no. Se queda suspendida en el aire, en espera de una posible respuesta y así, viaja indefinidamente en el tiempo.
¿Qué da sentido a la vida? Parece descomunal y absurdo. ¡Ocurrencias de días breves y noches prolongadas de diálogos con uno mismo! Sin embargo, si existe un mapa para responderlo. Estas son las principales pistas:
¿Qué te hace feliz en la vida? Un viejo adagio dice que debes seguir los caminos del corazón. Esto es verdad, y aunque la metáfora no te dice cómo encontrarlo, la clave es que estés atento a las actividades que te parecen más placenteras. Contrario a lo que muchos piensan, no se trata de actividades lúdicas en más del 60% sino relacionadas con un servicio a los demás. Te hace feliz emplear tus dones o habilidades únicas para ayudar a otros. Responder a esta pregunta es muy importante. Es la mayor certeza que podrás tener para descubrir cuál es tu misión en esta existencia, para qué veniste a esta vida. Y te recuerdo algo que ya sabes: el Contrato Sagrado que firmaste en el cielo, ese que determina la labor única que vendrás a ejercer en este plano, y que aparentemente olvidas, lo determina tu grado de satisfacción por actividades o trabajo específico. ¿Qué amas hacer?, ¿qué habilidades tienes?, ¿para qué eres bueno?
Los especialistas dicen que identifiques tus competencias. De una manera más sencilla y vulgar te invito a que enlistes para qué te consideras bueno, y una vez que logres hacerlo palomea todo aquello que disfrutes hacer. Ahí está la clave de uno de los dos factores más importantes de sentido a tu propia vida.
¿A quiénes amas? Esta es la otra pregunta clave. La de gran envergadura porque el amor da gran sentido a por qué estás aquí. El amor que entregas a los otros es lo que determina tu unicidad junto con el trabajo que realizas. Enlista a las personas que llenan tu corazón. Repasa mentalmente los momentos felices con ellos. Inventa nuevas formas de mostrarles tu aprecio, dales gracias por compartir la vida con cada uno de ellos. Y pon atención a esto: el amor es. Para sentirlo no necesitas lazos sanguíneos o permisos. Puedes amar profundamente a una mascota, por ejemplo, o a un Maestro, un vecino o un sueño. Los amores platónicos cuentan. Las grandes pasiones también. E incluso lo que algunos llamarían prohibido. La canción popular de “el corazón no ve, tan sólo siente” es verdad. Reconoce todas y cada una de las manifestaciones de amor en tu vida.
Cuando se resuelven ambas interrogantes queda claro que el sentido de la vida sólo lo dan dos factores: el trabajo y el amor. Con ese binomio y tu carácter de ser único puedes determinar por qué estás en esta bendita vida. Y te sabrás afortunado y profundamente feliz. Dios contigo.