Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
La misión más grande de los Reyes Magos es ayudarnos a creer en el cielo. El cielo como símbolo de bondad, desde donde bajan a nosotros milagros y promesas, el lugar donde conviven el principio de la vida, los ángeles y nuestros seres amados, quienes ya trascendieron.
La noche de Epifanía es un suceso feliz donde los Santos Reyes enseñan la lección más significativa de la vida: creer en lo bueno, sustentar la vida espiritual, dar felicidad.
Ahora que el día a día se traduce en objetivos pueriles y metas prácticas, es importante guardar ilusiones para contrarrestar el sinsentido, la soledad e incluso el hastío que se desprenden de una vida encerrada en la materia tridimensional y sólo cinco sentidos. Son felices quienes llenan su vida de significado, quienes creen que tienen un Contrato Sagrado y una misión única en esta vida. Son felices quienes poseen una vida espiritual que va más allá de una práctica religiosa. Se trata de que la compasión y el amor estén en todas nuestras horas.
Pero el trabajar porque nadie sufra, y más aún, porque todos seamos felices, no es una imposición o dogma. Aparece en personas que experimentaron en su mente y cotidianeidad una espiritualidad que no nace en los rituales de una religión sino en la propia experiencia, en los acontecimientos felices y en la capacidad de engendrar ilusiones.
El cielo existe. Esa es la enseñanza de los Santos Reyes. La tarea que emprenden cada noche del cinco de enero es posicionar una esperanza, confinar en la mente de que la bondad se premia. Inicialmente esta idea se gesta con un juguete o dulce. Al pasar los años la idea pervive y cada vez más solemos aceptar los milagros. Ver a los Reyes Magos como unos seres bondadosos y mágicos devela nuestra propia mansedumbre y capacidad de transformación. De manera simultánea se experimenta el sentido del amor como la capacidad de entregar felicidad a otros.
Inicialmente la magia es un regalo tangible. Con el tiempo se aprende que la magia es más poderosa y sutil. “Aparece” lo que está en tu mente y subconsciente. Vuelve real lo que piensas y sientes, hace verdad lo que imaginas. La magia es generar nuestra propia realidad con la “masa” de las creencias. Así, nuestra percepción conformará la realidad que deseamos vivir porque nuestras creencias forjan también acciones y respuestas. Esa es la auténtica magia que logra encenderla quien la conoce, quien aprendió a creer.
La carta a los Reyes Magos no se trata de ingenuidad, sino de ver la faz más perfecta y bella de todo. De asir la vida sutil y multisensorial, de no restringirnos a lo que ya está. Creer en los Santos Reyes es vivir la certidumbre del cielo y sus simbolismos.
Gracias queridos Reyes Magos por alimentar nuestra vida espiritual.