Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Ser mujer es ser parte de la humanidad. Y eso no admite adjetivos, restricciones ni estereotipos.
Ser mujer implica la libertad de jugar los roles que cada una desea sin menoscabo a su femineidad. El poseer la capacidad de engendrar no determina que necesariamente se deba ejercer la maternidad. Más aún, una mujer puede decidir si comparte su vida con alguien o permanece soltera. Es un Ser. Y esto no incide en que “necesite” tener una pareja o respaldar acciones y decisiones cruciales de vida con un hombre. Ser mujer es Ser. Y en esa realidad convergen toda suerte de libertades y decisiones.
La femineidad guarda valores andróginos importantes para la raza humana, como la determinación e inteligencia, pero también la bondad y fuerza. Ser mujer es parte de activa y determinante de la vida. Y esto va más allá si se decidió o no ser madre o esposa. Es un sexo que al igual que el masculino abraza irrestrictamente la vida, y cada día trata de hacer realidad sus sueños.
Ser mujer es trabajar en aquello que se ama, igual que lo hace un hombre. Porque el Ser es poseer la libertad absoluta de darle sentido a la vida a través del amor y el trabajo, que transforma nuestra realidad. Es desplegar nuestros dones para cumplir nuestro Contrato Sagrado. Y esta proeza de cada día sólo implica al Ser, sin importar los roles que decidan jugarse en tal proeza.
Ser mujer es ser parte de la vida, y para ello no se necesitan paradigmas acerca de cómo hacerlo si se pertenece a uno u otro género. Cada persona tiene características únicas. Cada una posee dones inigualables, como también perspectivas, creencias y pensamientos unipersonales ante determinadas circunstancias y hechos. Esto desborda ampliamente el margen restrictivo de los prejuicios.
Ser mujer es ser parte esencial del mundo animal y de la vida que bulle en cada decisión y tarea emprendida, en los sueños logrados… Ser mujer es adquirir arquetipos preciosos como el Mago, el Loco o el Ermitaño, y no necesariamente la Madre.
Es verdad que la primera referencia del ser mujer proviene de quien nos dio la vida, y bajo esa luz existe una perspectiva de perfección y belleza sobre el género femenino. Bendita mil veces la mujer que es madre. Pero esa condición no menoscaba la existencia de quien decidió o no pudo ejercer la maternidad en esta vida.
Ser mujer es ingresar en un mundo maravilloso y complejo donde no necesariamente se ejercen roles predeterminados por una sociedad. Ser mujer es estar libre de estereotipos y ser mujer, finalmente, es aceptar la unicidad y saber que el amor y la compasión son parte intrínseca del ser humano.
Amo ser parte del género humano. Y amo también ser hija, hermana y tía, pero también mujer.