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Libros de ayer y hoy
A veces abrimos el cofre de la memoria. Está repleto de nombres, fechas y hechos significativos. Todos los elementos que forjan nuestra historia. Ahí nada es inadvertido ni anodino. Ahí reside todo lo que nos conmovió un día.
Donde mora la memoria hay emociones nuevas o antiguas, nada insustancial, nada inerte… los recuerdos son una forma diferente de vida, algo que bulle, late se crispa o deleita todavía. Por ello, cuando sustraemos un recuerdo, volvemos a vivir el episodio en el que se suscitó ese hecho.
Recordamos. Es decir, repasamos en el corazón, metáfora del subconsciente, todo lo que implica ese fragmento de nuestra historia.
Hay quienes repasan una y otra vez, como las cuentas de un rosario, sus infortunios pasados. De manera continua los sustraen para no perder detalles de ello. Y así, sin pensarlo, abrigan el rencor y la carencia de amor hacia sí mismos. Bloquean el perdón, una llave a la libertad de Ser.
Ser implica serenidad. Actuar conforme lo determina el presente, no avasallados ni obligados por códigos de conducta dictados por el ego. Revivir momento a momento un error propio o de otros nos aleja de la armonía de vivir el momento. Mascullar faltas “revive” el malestar experimentado cuando ocurrió… a veces hace ya mucho tiempo.
¿Qué pasa al preservar del olvido las tristezas? Invaden espacios que podríamos reservar para hechos felices, para nombres benditos, para reminiscencias que cantan y sonríen.
Alejemos los fantasmas, llenemos nuestro espacio de retazos de luz, bondad y cosas bellas.
Hay quien desdeña los recuerdos, pretende apagarlos con el trajinar de todos los días.
Espantarlos a punta de menosprecio y prisa. Pero eso no ocurrirá. Los recuerdos son parte de lo que somos ahora, es nuestra historia de vida. Y haya o no nostalgia, un día cualquiera, como si fuera una gaveta, nos asomamos a la memoria. Revivimos.
¿Qué quieres recordar?, ¿qué nombre guarda tu corazón?, ¿de qué memoria te nutres?, ¿Qué no dejas que se vaya al olvido?
Repasa: fragmentos de una declaración de amor, el día que viste un amanecer naranja, la conversación más trascendente con tu madre, la textura de la piel de alguien que amaste…un triste “si hubiera”, la vergüenza por no ser quien querías, el instante en que se quebró tu corazón… ¿qué guardas?
Así como haces con los objetos de un desván, toma a cada criatura de tu memoria. Si te hace feliz presérvala. Si te llena de tristeza, inquietud o celos pon su nombre en un papel y quémalo a fuego lento. No aparecerá más.
Que siempre tengas recuerdos felices. Aquellos que te lleven a sentir gratitud por lo vivido.