Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Elogio a la madre
Querida Mamita:
Te escribo llena de alegría. Hace dos años te fuiste al cielo y creí que sería muy difícil poder respirar. Sobreviví. Soy hija de una guerrera de luz que vive para preservar tu memoria, honrar tu nombre y amarte con la felicidad que me regalaste siempre.
Te escribo ahora para decirte que te amo con todos mis huesos, piel y pensamientos. También te entrego unas palabras para darte las gracias por todo lo que me das a cada momento.
Mamita: te amo más allá de la línea de la vida y te nombro cada día. Al momento de hacerlo aparece una preciosa serenidad y me lleno de certezas. Ese poder inmenso tiene tu nombre en mi vida. Mamita, tu apareces en mis sueños, en las plegarias y logros, por triviales o nimios que sean. Sobrevivo a tu ausencia y silencio al venerar a cada ser vivo en este universo. Me acostumbro a no hallarte físicamente en cada resquicio de ésta realidad tangible, pero aprendo poco a poco una nueva forma de comunicarme contigo: pienso en ti. Con ello puedo recobrar en la memoria tu voz de plata.
Gracias Mamita porque me diste la vida y conocí la luz gracias a ti. Gracias porque los primeros meses de mi existencia me envolviste en la dulzura y certeza del agua de tu vientre, y pude sentir desde ahí tu asombro ante una inminente vida que crecía en tu cuerpo, pero sobre todos en tus emociones y sentimientos.
Me tomaste de la mano y me enseñaste a caminar. Me caí muchas veces pero tú me enseñaste a proseguir. Levantarme una y otra vez también lo aprendí de ti.
Estuviste en cada uno de mis temores y espantaste mis fantasmas, pero me regalaste también la inmensa fantasía del mundo interior. Me cantaste muchas veces para llamar la alegría en mis horas. Con mil lenguajes diferentes me dijiste que creías en mí.
Jugabas conmigo y me hablabas de un Dios bueno que existe para todos. Me aseguraste que tenía un ángel que cuidaba día y noche de mí…también me ayudaste a escribir mi carta a los reyes magos…Mamita querida, me adentraste al mundo de la imaginación y la magia. Me diste lo más bello que poseo hasta ahora.
Querida Mamita, tú me acompañaste a mis primeras entrevistas cuando aún estudiaba y juntas conversamos de los personajes que hallamos en el camino. Fuiste compañera y guía. También en el ser más honesto y admirable que conozco hasta ahora.
Escucho tu voz. Siempre. Aunque estés en el cielo…
A lo largo de estos dos años aprendo que eres tan grande que nunca terminará mi amor por ti. Que cada día, en cada acción o pensamiento, busco aún seguir todo lo que me enseñaste. Mamá, siempre estarás para mí, en los poemas y las cosas buenas, en la alegría y las estrellas, en cada soplo de ésta y mis otras vidas.
Gracias Mamita. Gracias por ser la bendición más grande que me entrega Dios a cada momento.