Genio y figura
¿En serio somos país del crimen?
Cierra el año de 14 del siglo XXI con terribles maldiciones cumplidas: Al final, un escandaloso, por multimillonario, fraude bancario en algo que se llama Ficrea, una sociedad financiera popular; o sea lo que en aquellos tiempos se llamaba caja popular o sociedad de ahorro y crédito.
Por algo nunca me han latido depositar mi confianza en tales instituciones. Es más seguro el robo institucional del sistema bancario, en donde, con el pretexto de depósitos a la vista, se agandallan el dinero y lo jinetean a su arbitrio.
En el caso que ocupa, no es poquita cosa. Son unos siete mil ahorradores los afectados por una extraña quiebra, en la que podría haber delitos de triangulación de recursos, desvíos hacia gastos personales de los directivos y socios, y hasta lavado de dinero. Qué horror. Y habría que rascarle a todo el sistema financiero de este país del crimen.
Como siempre, las autoridades del ministerio público entran al quite. Dicen los medios de información que la PGR tras los defraudadores de Ficrea. Difícil creerle al ministerio público. Nunca da una en asuntos graves. Siempre le faltan pruebas. Ojalá en este caso, no tenga don Jesús Murillo Karam decir que ya está cansado.
Cierra el año feamente, mientras el PRI en la Cámara de Diputados, en voz de su pastor, el sonorense Manlio Fabio Beltrones, asegura que ya está listo para debatir el sistema nacional anticorrupción, propuesto por el PAN, y lo mismo asegura el michoacano Silvano Aureoles Conejo.
Pero nadie palía la zozobra en que viven los mexicanos. Parece que un dios del Averno hubiera decidido que los mexicanos probaran agua de su propio chocolate:
Mi paisano Óscar Oliva Ruiz bautizó a México como “país del crimen”. Y es que tiene razón. Crimen en todos los estamentos de la vida cotidiana. En la seguridad pública, en los hogares, en las escuelas, en las calles, en las iglesias, en el monte, en las instituciones financieras. De tanto crimen ya pareciera que nos estamos acostumbrando a la sangre, al dolor y al llanto.
Imagine a esos siete mil ahorradores de la transa Ficrea. Quiero pensar que la mayoría, si no es que todos, son micro y pequeños empresarios, que confiaron sus pequeños capitales a un banco creado por un grupo de gandallas, transas, que ahora podrían andar a salto de mata, como anduvieron los alcaldes de Iguala y de Cocula, por el asunto de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos y hasta ahora no encontrados. Espero que sea cierta la versión de Murillo Karam – no muy le creo – de que ya son polvo y ceniza. Porque los papás y mamás tienen derecho a saber de sus hijitos, aunque ellos están seguros de que están vivos y encerrados en una mazmorra inconstitucional.
Qué horror. Pobres mexicanos. De veras.
Me quedo pensando en esa frase demoledora: El país del crimen. Qué sucedió. Qué nos pasó. Por qué. Por qué a nosotros. Y lo peor de todo no es el crimen, no es la corrupción. Lo peor de todo es la IMPUNIDAD. Aquí, en este México tan amado, no pasa nada. Las cárceles están repletas de inocentes. Los responsables del crimen difícilmente caen y son castigados.
Ese es el verdadero problema: la impunidad. Criminales horrendos se quedan sin castigo, ya sea por complicidad de autoridades, ya sea por influyentismo, ya sea por la estupidez del ministerio público, ya sea de nuevo por corrupción.
Ay, México. Nido de corrupción, de impunidad. Es la impunidad. País del crimen. Qué dolorosas expresiones, que terribles acusaciones. Pero esta es la dura realidad en que estamos cerrando este año de maldiciones e infortunios.
¿Acaso no nos da pena? Quiero pensar que sí nos da pena. Pero me equivocaría. Estamos marcados por el cinismo.
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