Visión financiera/Georgina Howard
La pesimista es la realidad
Vamos por otro jalón de esta historia inacabable: el tercer año del ciclo de seis que debería de acabar en el 2018. Del tercer año del retorno de los brujos mazahuas. Y aún no sé por qué carajos tuve que comprar un calendario nuevo con la efigie de un buda panzón, lujurioso y burlón, y colgarlo en una de las paredes de mi estudio.
Creo que para estar consciente de que estoy más cerca de la muerte, porque cumplir un año no es sumarlo sino restarlo. Más cerca del fin de la historia.
Muchas fiestas, comilonas, cenas (falta la rosca de reyes y los juguetes de los niños) y no he sentido que 2015 sea un año nuevo. Sólo un medio de contabilidad del movimiento, porque el tiempo es eso, la medida del movimiento, un antes y un después. Por qué carajos hay años nuevos sino son más viejos que matusalén.
Sea lo que fuere, y quizá sea lo mejor para la clase política gobernante y principalmente para el presidente de la república, los mexicanos tendrán el distractor de las elecciones intermedias; el cambio en la Cámara de Diputados, algunos gobiernos estatales, algunos congresos locales, presidencias municipales.
En estas titereterías se irá la mitad del año, destiempo en que los mexicanos vivirán bombardeados por la propaganda politiquera y la demagogia de los lirones vividores del erario. Y más de los que se engullen el prespuesto con sólo levantar el dedo.
Qué nos queda en este año de gracia.
¿Seguir viendo cómo el país se nos escurre entre las manos?
¿O dar un golpe de timón para enderezar lo torcido?
Más por la experiencia histórica, no habrá nada nuevo que cambie el destino manifiesto de los mexicanos.
La economía continuará en manos de las avaras «fuerzas del mercado» (léase detentadores de los grandes medios de producción, en combinación con alguno que otro poderoso coyote de la alta jerarquía política).
El dinero continuará siendo expropiado a los trabajadores (consumidores, les llaman los economicistas) por los pulpos de la banca, por comerciantes inescrupulosos, por patrones que pagan sueldos de hambre a sus trabajadores, avalados por el criterio neoliberal de que el ingreso del pobre es lo que dispara la carestía generalizada y sostenida de los precios de los bienes y servicios; o sea la inflación.
Y por el fisco. Los pequeñísimos, pequeños, medianos empresarios, o emprendedores, como les dicen hoy, seguirán uncidos a la demagogia de los recaudadores de tributos ad testiculum.
Los veintitantos mil desaparecidos, más los 43 normalistas de Iguala, continuarán desaparecidos porque el procurador está cansado y ya no puede más tan solo con los 43. Habrá que preguntarle a Osorio Chong por el enorme resto, porque fue Lía Limón, su colega (¿aún panista de corazón?) dedicada a los derechos humanos, la que hace ya mucho prometió buscarlos y encontrarlos, cosa que no ha ocurrido.
El país anda de cabeza. Aunque habrá que esperar, en los próximos días, de qué hablarán Obama y Peña Nieto – o de qué le hablará el uno al otro – en la capital del imperio. De todos modos no saldrá nada realmente novedoso del encuentro, salvo una que otra medida que le importe mucho al vecino porque va de por medio la permanencia de su partido en Capitol Hill.
Y mientras arriban los nuevos becarios de la Cámara de Diputados, los que van de salida, al mando de Don Beltrones, tendrán que enfrentarse a la maldición de Huitzilopochtli. La corrupción y la impunidad.
Tendrán que crear los mecanismos por lo menos legales, formales, mediáticos, pa taparle el ojo al macho, para combatir a toda la sarta de ladrones que pululan entre la clase gobernante.
De seguro quien esté en la fiscalía general agarrará y meterá en chirola a alguno para quedar bien con el respetable. Y así será justificado cualquier mecanismo que cree el Congreso, con el nombre que fuese, ya sea Sistema Nacional Anticorrupción o Fiscalía contra los metemano.
Así pinta 2015, amigos. Colores muy opacos, tristes, mortecinos. Y aclaro: la pesimista es la realidad.
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