Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Si resucitaran don Benito y don Genaro
¡Chin! Este país se está embarcando en la confusión del pragmatismo con el pretexto de la modernización, de la mejor productividad, de la competitividad. Ahora resulta que “México” renuncia a sus principios de política exterior, los principios que le permitieron ser un excelente socio, amigo, buen vecino, mediador.
Ahora ‘México’ (Qué es ‘México’, cuando este país es un país dividido por la geometría política) decide vestirse de azul, con casco azul, para ir a defender los intereses del imperio, en guerras e invasiones decididas en el Pentágono, o en el Salón Oval.
Ahora, olvidando a don Benito Juárez y a don Genaro Estrada, se anuncia que “México” enviará soldados con casco azul a zonas “en conflicto” (generalmente el conflicto es creado por Washington), como ocurre en los estados árabes, donde Obama, o quien esté en la Casa Blanca, asume su papel de “defensor de la libertad”.
Principios fundamentales los del Derecho Internacional Público enriquecido por importantísimos mexicanos.
Don Benito Juárez, Benemérito de las Américas, pronunció una solemne declaración, el 15 de julio de 1867: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
La segunda es la Declaración, suscrita el 29 de septiembre de 1930, por Genaro Estrada, secretario de Relaciones Exteriores, más conocida como ‘Doctrina Estrada’. Ésta sentó las bases de la política exterior mexicana durante gran parte del siglo XX.
La ‘Doctrina Estrada’ no sólo estableció los principios rectores de la política exterior de México, sino que algunos de sus aspectos fueron recogidos posteriormente en instrumentos internacionales como la Carta de las Naciones Unidas de 1945, la Carta de Bogotá de 1948 y la Carta Democrática Interamericana de 2001, estas dos últimas de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
La ‘Doctrina Estrada’ – recuerda don Silvio Avilez Gallo, ex diplomático nicaragüense – se adelantó en varios decenios a muchos instrumentos jurídicos internacionales, cuando estableció, como pilares, dos principios que trascendieron la mera política exterior mexicana:
El principio de libre determinación; es decir, “el derecho de los pueblos para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades”; y el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, que es congruente con lo expresado por el Benemérito Juárez en 1867.
Con la ‘Doctrina Estrada’, México innovó en la práctica diplomática común del reconocimiento de Estados o gobiernos, al abstenerse de pronunciarse al respecto y llegó hasta considerar el rompimiento de relaciones con otro país como una forma de intervención.
Más claro, ni el agua. Ahora, si alguien no me argumenta lo contrario, ‘México’ renuncia a Juárez y a Estrada:
Fuerzas especiales de las Fuerzas Armadas Mexicanas, con uniforme azul, podrán intervenir – violando los principios doctrinarios mexicanos – en conflictos generalmente concebidos en Washington, para satisfacer los intereses de Washington, para enriquecer a los industriales de la guerra, para hacer mejores negocios con la guerra.
El más puro pragmatismo sin historia. La historia ya no es más la maestra de la vida. La historia estorba. Ahora, la historia la escriben las cámaras de televisión. Y es una historia color de rosa, como todo lo que aparece en la televisión. La pobreza, la miseria, el hambre, la explotación del hombre por el hombre; la guerra… sólo son dramáticos adornos de una telenovela. La historia queda en su propio basurero.
Por cierto, leímos que el Departamento de Estado ha incluido a México en la lista de países que forman parte de su coalición contra “la amenaza terrorista” del Estado Islámico, aunque lo ha hecho como nación que ha ofrecido su respaldo político y testimonial, pero no una aportación específica a una campaña que ha demandado de una importante inversión de capital político por parte del presidente Barack Obama para conseguir un inequívoco cierre de filas entre la comunidad internacional.
La inclusión de México en esa categoría supone la incorporación de la única nación del Hemisferio Occidental, un dato que ha puesto de manifiesto el inicio de una nueva era de cooperación del gobierno mexicano, en el marco de las misiones que cuentan con el respaldo de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
¡Al carajo, don Benito! ¡A la chingada, licenciado Estrada! Ya no nos sirven ni para un carajo.
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