Libros de ayer y hoy
Mal de muchos, consuelo de tontos
·Todos los demás son culpables menos Hacienda
·Estamos en crisis porque a chuchita la bolsearon
Buenos salieron los muchachos de Hacienda para repartir culpas: La economía nacional no progresa, no sale del bache por culpa de Estados Unidos, por culpa de los mercados europeos, por culpa de las economías emergentes, por… porque a chuchita la bolsearon.
Pero es que esté bien o esté mal la economía mundial, vaya para arriba o vaya para abajo la economía de Estados Unidos, la economía mexicana lleva harto tiempo de no salir de la mediocridad, y eso ya no es culpa del extraño enemigo, sino de que los economistas de Hacienda no están haciendo bien su trabajo. No sólo los de este sexenio, sino desde endenantes, desde que todo empezó a descomponerse en tiempos de Echeverría (los años setenta), cuando empezó a crecer la deuda externa.
Y los que tienen ahora la responsabilidad de impulsar a los factores económicos para que la economía se porte bien sólo se hacen bolas repartiendo culpas, pero no reparan en que una economía no debe ser codependiente de ninguna otra. Relacionada con otra, sí, pero no codependiente.
La mexicana tiene todo para ser una gran economía, exitosa, y crear los empleos que demanda la fuerza de trabajo. Y empleos bien remunerados, no como los actuales. Una economía es fallida si no satisface la demanda de puestos de trabajo. Así de simple.
Y por qué satisfacer la demanda laboral. Ah, pues porque solamente así el capital va a redituar. Aumentando el empleo, se fortalece la demanda agregada. Y se da entonces una sana relación entre los oferentes de bienes y servicios y su contraparte, los demandantes: la oferta y la demanda.
El éxito o el fracaso de tal política económica no depende del comportamiento de los mercados exteriores. Es muy sencillo. Si la fuerza de trabajo está justamente remunerada tendrá capacidad de compra. Y todo marchará hacia el progreso. Los dueños de los grandes medios de producción se enriquecerían más rápido, Los precios no tendrían por qué moverse al alza, sino a lo justo, a lo real.
Pero la condición humana de los economistas movidos por la ideología, que no por la conciencia, los lleva a enredarse en los conceptos, en las definiciones, en las explicaciones, y metidos en un galimatías andan tan perdidos como el conejo de Alicia en los subterráneos del ese submundo de la fantasía, de lo inexistente, de la simulación, que es el País de las Maravillas.
Un buen ejemplo de ese tonto repartir culpas por el fracaso de la política económica es el documento con los criterios para la elaboración del presupuesto federal para 2016, entregado por el joven Fernando Aportela Rodríguez, subsecretario de Hacienda, a la Cámara de Diputados, el pasado 31 de marzo, aunque con fecha 1 de abril.
Buen glosario de lamentaciones por el mal comportamiento del entorno internacional, de la economía de los Estados Unidos, de la zona euro y Japón, del comportamiento del mercado petrolero, de las materias primas etcétera, cuando el éxito o el fracaso, en última instancia, sólo depende de la política económica. Pero tiene que haber fracaso porque la política económica no sirve, no es para un país periférico que tiene como objetivo convertirse en una economía emergente.
Indudablemente que las economías están relacionadas, entrelazadas, con unas más que con otras. Pero, al final del día, lo que debe imponerse es la sabiduría, la habilidad de las autoridades gubernamentales para lograr que la economía marche bien y logre un buen éxito. Y el éxito es que los factores económicos salgan ganando al parejo. Que se incremente el capital y que se eleven los niveles de vida de los integrantes de la fuerza de trabajo.
De otra suerte, los mexicanos se pasarán la vida, generación tras generación, lamentándose de que no pueden. Y porque los orientales sí, por qué los otrora llamados Tigres Asiáticos, sí.