La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Se acaba el Sexenio de Hidalgo…
Groseras utilidades de los bancos
Si no faltara terminar noviembre y diciembre, diría que ayer se acabó el 2015, aunque en realidad se acabó desde hace mucho. Desde que este gobierno ya no supo qué hacer con este país, porque se le fueron de las manos los hilos de la tramoya.
Y si a esas vamos, el año; qué digo, el sexenio, se acabó cuando no se volvió a hablar del Pacto por México ni se volvió a mencionar la retahíla de compromisos – el populismo más puro criticado a los de la izquierda- leídos el día de la inauguración del gobierno de Peña Nieto.
Se acabó el sexenio desde que nadie quiso ya hablar de las reformas estructurales, después de intentar convencernos de que eran la panacea de todos nuestros males. Pero ya nadie va a hablar de ella salvo que la clase política esté decidida a seguir con la simulación que tanto daño le ha hecho a la imagen presidencial. Vaya que se simula hasta la simulación.
Pero bueno. No todo ha terminado. En este año de 2015, aún falta por cerrar la temporada más ficticia, más simuladora, más derrochadora del año, en ocasión de las fiestas de las fiesta de Guadalupe, las posadas navideñas, la navidad, la noche buena, el árbol, los regalos, el fin de año con la cena de año nuevo y la fiesta de los Santos Reyes, quizá la más auténticamente humana, porque está dedicada a los niños y no al desaforado consumo en las otras, ni a la explotación de santaclaus o del señor alcohol.
Pero bueno. Para los efectos plásticos, al año fiscal ya se lo llevó el carajo y dejó cientos de miles de damnificados entre los millones de pequeños y pequeñísimos empresarios, muchos de los cuales son personas físicas con actividad empresarial, dedicados, y créamelo, a trabajar para dar de comer a los grandes de la política porque casi todo lo que ganan lo tienen que pagar a gobierno y éste ni se inmuta.
Rápido se fue 2015 y le aseguro que en términos económicos resultará mejor que el 2016 y el 2016 resultará mejor que el 2017 y el 2018 sepa el demonio a quien le importará, porque le aseguro que a la gente de Los Pinos y a la de Hacienda les tendrá sin cuidado.
Pero bueno. Así ha sido siempre en este botín llamado México. Antes al último año del sexenio le decían el Año de Hidalgo. Ahora, todo el sexenio podría ser llamado El Sexenio de Hidalgo, por aquello de que “chingue a su madre el que deje algo”. Van a salir hinchados de billetes que irán a parar a los paraísos fiscales. Y quien esté libre de esta culpa que levante la mano y que me miente la madre, que para publicar la mentada la tengo que corroborar si es cierta, como me lo aconsejaba mi gran maestro de periodismo, mi paisano, el salvadoreño René Arteaga, con quien me chutabada un semana sí y otra también una muy rica paella y una botella de tinto de a litro, en El Horreo.
A desfondo: Muy buen billete se llevan los banqueros a sus casas matrices en el exterior, levantando dinero de quienes hacen uso de los servicios bancarios. Y es que los bancos extranjeros le combran hasta el persigno de la mañana. Este año la banca, según la CNBV, obtuvo utilidades por 75,000.000,000 de pesos, un barbaridad. Si los invirtieran en actividades productivas, aquí en el país, cuántos empleos crearían y cuanto más ganarían para sus oficinas matrices en Nueva York, en Hong Kong, en Madrid. Uf. Ni me diga usted. Ah, pero tienen cerebro de pollo.
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