La nueva naturaleza del episcopado mexicano
MP: Fabricante de Culpables
Siempre pasa lo mismo en México. Siempre más de lo mismo. ¿Se acuerdan de aquel caso del Presunto Culpable, del cual hasta se produjo una pieza fílmica que se exhibió en las salas cinematográficas de todo el país y de fuera del mundo?
Algo podrido está en Dinamarca, lamenta el príncipe Hamlet, y yo digo que todo está podrido en esta Rusticatio Mexicana, como le llamaba a este México contraste, donde nos tocó vivir, el sacerdote y gran poeta mexicano Rafael Landívar, a quien mucho admiraba el profe Alejandro Avilés, quien también se dolía y moría de México.
Yo no puedo morir de amor. Nadie muere de amor. Pero sí puedo morir de ti y puedo morir este México mal parido por un rubio bandolero y una morena aplastada, violada, maltratada. De ahí nos vienen todos nuestros desbocados instintos de robar, de corromper, de secuestrar, de asesinar, de desollar a jovencitos bellos que apenas despuntan en el alba de la vida.
Pues por qué digo esto. Pues porque no tenemos quién nos defienda en esta guerra de la corrupción, de la violencia, del asesinato, del comercio ilícito de estupefacientes, de las desapariciones forzadas, de las masacres. Y digo que no tenemos quien nos defienda porque quien nos debe de defender, que es el Ministerio Público, uno de los brazos investigadores y ejecutores de lo que en realidad es la Fiscalía General de la Nación, equivocadamente llamada Procuraduría General de la República (que sólo procura el bienestar del procurador y de los subprocuradores, y del presidente de la república que es su jefe), no hace nada por hacerlo y permite que cientos de miles de inocentes se pudran en las cárceles y cientos de miles de culpables anden libres por esta casa espaciosa llamada México, que dicen que es tierra de libertad, sí pero para los vivales, los facinerosos, los comerciantes de drogas ilícitas, los padrotes que regentean a cientos de miles de pequeñitas de 20 años en las calles de nuestras ciudades.
Ya es una verdad a gritos y a mí me consta porque estuve muy cerca del Procurador General de la República haciendo trabajo de asesoría de la información periodística, que esa dependencia es un verdadero desgarriate, un nido de corrupción espantoso, un refugio de maleantes que se ostentan con piel de oveja o son como los sepulcros blanqueados. De ahí que casi todos los casos los pierdan en los juzgados, y no es que los jueces sean unas hermanitas de la caridad – también muchos nadan en las aguas pestilentes de la corrupción – sino porque los MP no fundamentan sus conclusiones para acusar a un presunto culpable.
Y esta reflexión viene a cuento porque acabo de leer una noticia, que ya me la esperaba ciertamente, en el diario El Universal, que da cuenta de que “se desmoronan acusaciones contra los Abarca”. Los Abarca – José Luis Abarca, presidente municipal defenestrado de Iguala, y su mujer María de los Ángeles Pineda Villa, acusados de haber ordenado el secuestro y el asesinato de los 43 estudiantes normalistas el 26 de septiembre de hace un año, por cierto no acusados de este inventado delito.
Pues resulta que todos los cargos de las procuradurías en contra de estos dos sujetos poco a poco los ha venido destruyendo el juez por falta de pruebas. Si les digo, el ladrón no es pendejo. Es pendejo si lo aprehenden y le prueban que es ladrón. Y no estoy diciendo que los Abarca sean criminales. Pueden también ser chivos expiatorios. Pero lo que llama la atención es la inutilidad del MP. Ya es costumbre. Que yo recuerde, muy pocos casos han sido ganados por la PGR a los jueces, que, corruptos o no, son unas chuchas cuereras para desfacer los entuertos de la mal llamada procuración de justicia. Los casos en los que el MP finca responsabilidades a los Abarca están llenos de inconsistencia. Así, nunca vamos a tener una justicia verdadera, aunque los juicios de ahora en adelante sean orales.
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