El presupuesto es un laberinto
Para transformar a México hace falta algo más
El objetivo presidencial es “mover y transformar a México”. Pero, debo decirlo, las mayorías – periodistas a modo -, no lo dirán. Los cambios anunciados por el presidente no cambian más que caras y equipos de la burocracia. Son únicamente un reacomodo formal, inocuo. No pasará nada.
Y lo peor de todo es que la situación en la que están sobreviviendo las mayorías de los mexicanos, los trabajadores empleados y mucho muy mal pagados y los pobres, las millonadas de pobres, está muy difícil. Hay hambre en muchos pueblos y ciudades.
En los primeros tres años, la economía no se ha movido ni se ha transformado. Está estancada. Muchos mexicanos tienen empleo, pero son explotados y viven muy mal. El dinero no les alcanza para mucho.
Claro, si hablamos de la economía de la clase política y de los más poderosos empresarios, cuyo avatar es cualquier Slim Helú, pues por supuesto que se mueve y se transforma. Se inflan las cuentas bancarias no sólo las que están en los bancos asentados en México, sin las que están, y esas son las que cuentan, en bancos del extranjero y los paraísos fiscales.
La economía va en declive. Y no crecerá en los tres años que le quedan a la administración Peña. Eso téngalo por seguro. No es crítica antisistémica. Es una realidad, una verdad evidente que ni siquiera requiere de demostración. Y menos ahora que ha entrado en una zona de peligrosa turbulencia. Y los precios del petróleo están caídos, el peso va en picada, la inflación está repuntando y el producto interno bruto inamovible.
Y lo más importante, grave, el gran objetivo de la economía: Crear riqueza para todos. Pero la pobreza de la mayoría de los mexicanos no cede un ápice. Cada vez hay más pobres (por lo menos 2 millones más desde que tomó posesión el mexiquense, reportó el otro día el Coneval) y cada vez más las clases medias y la mayoría de los trabajadores se depauperan. Más en la actualidad, en que la carestía de los bienes y servicios va creciendo lujuriosamente, asquerosamente, avariciosamente.
La violencia atribuida a la “delincuencia organizada” no cede. El poder del narco, sus multimillonarias finanzas, no ha sido tocado con todo lo que el gobierno ha invertido en una guerra que parece perdida. La fuga del capo de capos, Joaquín Guzmán Loera (El Chapo), puso en evidencia al gobierno de Peña Nieto.
A propósito, circuló en las llamadas redes sociales un cartón en el que aparecen Luis Videgaray y Osorio Chong. El primero le espeta al segundo: “pendejo. Se te peló el Chapo. A lo que Osorio responde: “Más pendejo tú, que se te peló el peso y la economía”. Así de grave está la situación, de la que parece no enterarse el presidente.
Los que tendrían que haber sido cesados pero desde hace mucho tiempo (y alguien tiene que decirlo, aunque se enojen mis amigos a modo), son los que el presidente confirma en su puesto, los inamovibles como los llamó una connotada columna de chisme político.
Nomás para precisar, para dejarlo asentado en los archivos, los cambios que ya debería de haber ordenado Peña Nieto deberían de haber impactado en los pilares de su estrategia de gobierno: Gobernación y Hacienda. Lo político y lo económico. Y sin embargo se quedan ahí donde están. Y así, todo continuará igual.
Podría afirmar que no me interesa quién sea el secretario de gobernación y el de hacienda. Pero no. Son dos asuntos fundamentales para la salvación del país. Para mover y transformar a México, como quiere Peña Nieto. El secretario de gobernación tendría que lograr, mediante el diálogo y la negociación (y no en lo oscurito) que la política se ponga al servicio de la gente. Pero los desaparecidos sólo aparecen en los panteones o en las fosas clandestinas. Y al principio de la administración se hablaba de por lo menos unos 23 mil en todo el país.
Broncas horribles como Ayotzinapa, Tlatlaya, la desaparición y asesinato de periodistas, sobre todo en Veracruz, desazonan la vida de los mexicanos. Y son pendientes que tendrían que resolverse ya, que tendrían que haberse resuelto ya. Sólo por mencionar unos cuantos pendientes.
Y de la crisis económica permanente en que trascurre la vida ya hemos hablado arriba. Esto es lo que tendría que resolver el presidente. De verdad, amigos, no es que este escribidor sea opositor. Es simplemente que observa. Quisiera estar seguro de que México tiene remedio y que no necesita de una bomba atómica, como los japoneses, para moverse y transformarse. Porque si se da cuenta, las grandes economías del mundo, lo son gracias, desgraciadamente, a las grandes tragedias. Y puede corroborarlo en Asia, viendo a Japón, o Vietnam y los Tigres, o en Europa, viendo a los países bombardeados por las huestes de Hitler. Devastadas y se levantaron con la propia Alemania a la cabeza.
Pero en fin. Sólo son reflexiones para mí, que comparto con usted. No pasará nada si no las escribo.
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