Abanico
¿Con Manlio Fabio Beltrones Rivera se reconcilia el PRI consigo mismo?
¿Vuelve a sus orígenes republicanos y hace a un lado las marcas del opusdeísmo, que lo ha apartado de los sectores populares, aunque se ha apoyado en los hambrientos?
¿Vuelve a ser el partido creado por Plutarco Elías Calles para engullirse a los mexicanos atrapados sin salida en un pasado construido bajo los signos de la espada y la cruz?
Lo cierto es que el presidente de la república, nombrado el jefe máximo del partido, cede a las presiones de los priístas de viejo cuño, que han visto cómo el partido se va desgajando, desdibujando y cambiando de piel hacia un partido veleta que, a veces, se hinca ante Dios y a veces se acuesta con el diablo, pero que no puede ya darse el lujo de compartir el poder ni siquiera con los oportunistas del verde y los anodinos de Nueva Alianza.
Los viejos priístas están decididos a sacar de las cenizas los verdaderos principios doctrinales del partido para dominar a los pueblos y comunidades de este extenso país, en donde nacen, crecen, se reproducen y mueren millones de herederos de soberbios seres humanos doblegados por los conquistadores españoles (1519) y que, desde hace ya casi 500 años, no ven la suya y llevan sobre sus espaldas el yugo de la manipulación de cuadros gobernantes muy similares a los grupos de gambusinos que atizaron la fiebre del oro en el viejo oeste norteamericano.
Rectifica el presidente Peña Nieto sus advertencias de hace unos días, cuando dijo que el PRI sería un partido de jóvenes, dirigido por jóvenes, aunque los jóvenes, sobre todo los de Toluca y Atlacomulco, que colaboran con el mandatario no sepan ni siquiera dónde tienen la nariz.
El sonorense puede ser incómodo a muchos y simpático a otros más. Sin embargo, es quien garantiza, por su vasta experiencia y sabiduría políticas, la unidad de los grupos que conforman al PRI. Y garantiza también que las propuestas de Peña Nieto sigan pasando casi sin trámites ni oposición en el Congreso.
Desde hace tres años Manlio ha sido en realidad el jefe de diputados y senadores tricolores y le rinden los dirigentes del PAN y del PRD. Es como el Padrino a quien todas las cabezas de la familia rinden pleitesía y le besan la mano.
Tiene pues méritos para ser ungido por el Consejo Político priísta con la bendición del presidente de la república.
Y ya tendrá que empezar de inmediato a trabajar en la construcción de un candidato a la presidencia de la república, con la enorme desventaja de que el gallinero priísta se quedó sin gallos. Ni Miguel Ángel Osorio Chong ni Luis Videgaray Caso y mucho menos Nuño tienen el perfil que los estatutos del partido exigen que cumplan los suspirantes de La Silla.
Con Beltrones Rivera se esperan cambios muy formales en el PRI y la relación del partido con la sociedad en general y con los partidos opositores, inclusive con Morena del Señor López. No hay que olvidar que la proliferación de partidos no es producto más que de pleitos en el seno de la familia. Ya desaparecieron los opositores que no transaban con el PRI. Ahora, con la mano en la cintura lo hacen. López tuvo que transar para que una institución que en el 2001 mandó al diablo le otorgara el registro a su partido Morena.
¿Veremos un nuevo PRI con Beltrones? ¿Un partido más actuante con la sociedad y menos demagogo y populista de derecha? Si el partido cambia en la dirección anotada, muchos priístas en todo el país se lo agradecerán a Peña Nieto.
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