El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Manlio, el Elegido
Los prospectos entre los que el presidente de la República tendría que haber elegido para heredarle La Silla en el 2018 eran Aurelio Nuño, su hombre de más confianza, el más cercano físicamente; Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y Luis Videgaray Caso, su tesorero de confianza.
Pero toda la operación falló.
Nuño no supo lo que un presidente requiere para gobernar. Le ocultó a su jefe la realidad, lo que estaba ocurriendo, lo que se decía de él en las calles.
Al ex gobernador de Hidalgo se le peló El Chapo. Al final del día, Miguel Ángel es el responsable de que nadie del equipo de seguridad se hubiere dado cuenta de que el narcotraficante había ordenado la construcción de un impecable túnel por debajo de la cárcel de máxima seguridad de Almoloya. Y de que se fugara por éste, entrando exactamente por el baño de la celda donde estaba confinado. Una fuga impecable. No estoy obviamente a favor de un presunto criminal, pero toda persona, culpable o inocente, tiene el sagrado derecho de fugarse de la cárcel; todo criminal o no criminal tiene el natural derecho a la libertad.
A Videgaray Caso se le fue el control de la economía, las finanzas y el tipo de cambio. Un rotundo fracaso que se puede comprobar en los indicadores de Gini sobre la economía real. La pobreza, en vez de abatirse con la estrategia de Peña Nieto de modernizar la economía y elevar los niveles de vida, empeoró. Según las estimaciones del Coneval, en lo que va del sexenio de Peña Nieto. Lo único de que presume el secretario es de los indicadores macro. Pero maldita sea la hora si las cosas abajo andan muy, muy mal.
Los tres fueron prospectos fallidos. Si siguen en su puesto es porque a Peña Nieto no le había gustado hacer cambios de colaboradores, aunque ahora está convencido de que hay que hacerlos. Muchos le fallaron, como estos tres, y otros más, como Emilio Lozoya Austin, director de la perdedora Pemex.
Las cosas de Palacio andan mal. Ahora sí, imposible de no darse cuenta. Peña Nieto tenía que dar un buen golpe para enderezar la barca. Y fue a la yugular. Y es que Manlio Fabio Beltrones Rivera es el único que no sólo no falló sino que fue el artífice de la aprobación de las reformas estructurales que, independientemente de que no sean bien vistas por analistas y opositores, el presidente considera su obra máxima, por la que, según él, pasará a la historia.
Manlio Fabio era el coordinador de la fracción parlamentaria priísta en la Cámara de Diputados, pero en la práctica gobernaba el Senado, en donde Emilio Gamboa Patrón era sólo un coordinador de paja. Su influencia llegó hasta los partidos de oposición, tanto que los coordinadores del PAN y del PRD rendían tributo y consultaban con el sonorense, quien se ganó a pulso la preferencia de Peña Nieto por sobre la Triada Nuño-Osorio-Videgaray, quienes se derrumbaron inmisericordemente.
Así llegará Beltrones Rivera a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, dispuesto a ganar las elecciones del próximo año. Por otra parte, condición sinequanon para suceder al presidente en La Silla. Difícil que la oposición desplace del poder a los priístas. El PAN está quebrado. La oposición de izquierda, totalmente dividida, con PRD en gravísimo peligro de extinción, si no se desecha a Los Chuchos.
El señor López podría decirse que sólo existe en cinco delegaciones del DF. En el resto del país nadie da por él.
Beltrones viene de la rancia clase política priísta, mañoso como su maestro don Fernando Gutiérrez Barrios, quien le enseñó todas las artes de la magia priísta para ganar elecciones y gobernar inclusive con la avenencia de los opositores más recalcitrantes.
Pero eso sí. Beltrones tendrá que mandar al carajo a los verdes.
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