Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
¿Que quién gana con la muerte de un periodista o un defensor de derechos humanos? Simplemente nadie gana con la muerte de nadie. Todos perdemos, empezando por los asesinos sean quienes fueren.
Esta verdad es una obviedad.
Bueno. Si. Pierden la Sociedad, el gobierno, el Estado. Mentira que pierda la democracia, simplemente porque nuestra democracia es una falacia. La democracia no es ir a las urnas. En una democracia no se asesinan periodistas ni defensores. Y si alguien mata a alguien es castigado inmisericordemente.
Y entonces la contradicción. Por qué los matan. Por qué nos matan. Y digo nos matan porque cada vez que asesinan a uno matan una parte de mí. Me siento matado porque soy periodista.
En la última década, de acuerdo con registros de organismos internacionales defensores de periodistas, como Reporteros sin Fronteras con sede en París, han sido asesinados en México 80 periodistas, entre varones y mujeres.
Y los asesinos se han focalizado en el estado Veracruz, gobernado por un político priísta que no oculta su aversión, su antipatía a los periodistas. Son clásicas sus expresiones de desprecio contra reporteros y fotógrafos.
En Veracruz, tierra de grandes periodistas mexicanos, se han registrado 14 asesinatos de periodistas y 50 periodistas han sido desplazados, principalmente hacia el Distrito Federal durante el mandato de Duarte de Ochoa. Los reporteros que se trasterran lo hacen bajo amenazas de muerte.
El fotorreportero Rubén Espinosa, asesinado, junto a cuatro mujeres, el viernes 31 de julio en la ciudad de México, fue uno de esos exiliados. Se fue al DF por temor a que fuera asesinado en Xalapa donde vivía y trabajaba para la revista Proceso. Y se cumplieron las amenazas. Curiosamente había sido amenazado durante su estancia en Veracruz.
Esto ya todo el mundo lo sabe: La colonia Narvarte, una de las zonas residenciales clásicas de ciudad de México, fue escenario del horrendo multihomicidio, del que todo el mundo habla, y por el que las autoridades del Ministerio Público capitalino investigan y cientos de internautas de las redes sociales se constituyen en jueces que condenan sin prueba alguna. El desenlace, por cierto, podría estar a la vuelta de la esquina, pues este miércoles se supo que los sabuesos de la PGJDF habrían identificado a los dos presuntos asesinos que andan a salto de mata.
Sin embargo, es curioso que se maneje primordialmente el robo como causal del multihomicidio de Narvarte, cuando a todas luces, como lo aseguró recientemente el senador Marco Antonio Blásquez, “existen pruebas y testimonios de acoso por parte del gobierno de Duarte contra periodistas”.
Según el senador por Baja California, presidente de la Comisión que da Seguimiento a las Agresiones a Medios de Difusión y Periodistas, Duarte está detrás del multihomicidio, en donde fueron asesinados el fotoperiodista, Rubén Espinosa, y cuatro mujeres más, ya que hay testimonios de que Rubén y Nadia Vera habían recibido amenazas en Veracruz, dijo hace unos días el senador Blásquez, quien se manifiesta porque la PGR atraiga la investigación del multihomicidio.
El gobernador Duarte rindió, el martes pasado, declaración ante la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal “para dejar patente su colaboración y disposición para aclarar el caso del multihomicidio…”
Las autoridades de la Procuraduría del Distrito Federal deberán realizar estudios minuciosos para sacar las conclusiones que les lleven a ubicar no sólo a los asesinos materiales, sino sobre todo a los intelectuales.
No se vale acusar sin pruebas contundentes y menos de oídas. Por ejemplo, ¿cuánto tardaron los usuarios de Twitter y Facebook en generar un juicio sobre el móvil, oportunidad y autoría intelectual del homicidio? Los primeros mensajes que vinculaban a Javier Duarte, que lo llamaban asesino, corrían ya, a los pocos minutos de que se diera a conocer la triste noticia. Ésta es una reacción del hígado masivo, que no ve razones ni pruebas. Es explicable. El MP no puede actuar de tal manera. Tiene que reunir todas las pruebas, verdaderas pruebas, para condenar o declarar inocencia. Pésele a quien le pesare.
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