Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
El Papa y los fornicadores
Dos acontecimientos marcaron el final de la semana que acaba de terminar. Ambos revelan la lucha cotidiana de los seres humanos por ser felices, sin tener conciencia de que la felicidad no es un sentimiento sino una manera de vivir, afrontando penurias u holguras, alegrías o tristezas, lo simbólico o lo diabólico.
Por un lado, en México, amplios sectores de la sociedad manifestaron su duelo, en el primer aniversario de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal de maestros de Ayotzinapa, estado de Guerrero.
El informe del grupo de expertos enviado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, a solicitud del propio gobierno mexicano, derrumbó desde ya la mentirosa versión – verdad histórlca, le llamó el cansado ex procurador Jesús Murillo Karam – de que los estudiantes fueron asesinados por un comando del narco y los cuerpos quemados e incinerados en un basurero junto al río de Cocula, municipio vecino de Iguala, este último escenario de la desaparición de los muchachos.
El presidente de la república, por este caso salvaje, está en el ojo del huracán. Muchos mexicanos tienen fija su mirada en la mirada del mandatario, y en el ámbito internacional hay también observadores permanentes de lo que haga o no haga, o deje de hacer el señor Peña Nieta en el caso, no sólo de los desaparecidos de Iguala, sino de los veintitantos mil desaparecidos que no son aparecidos desde hace tres años, cuando se inauguró la administración actual.
Peña Nieto fue un halo de esperanza en el momento en que luchó por la presidencia, que estaba en manos de la extrema derecha del Partido Acción Nacional, que no supo cómo gobernar a una sociedad marcada por la violencia, el crimen, las ejecuciones, los secuestros, los feminicidios, y hecha añicos por la corrupción de las instituciones y la impunidad en la que se movían funcionarios criminales y corruptos.
Sin embargo, a tres años, a la mitad de su sexenio, el jefe máximo del PRI, navega en aguas infestadas de tiburones porque no ha sabido lidiar con la crisis económica, las variables financieras, la inflación y menos con los gravísimos problemas sociales como el crecimiento de la población en pobreza, el empleo, y ha visto fracasar a reformas esctructurales como la financiera, la hacendaria, la educativa, la laboral, y hasta la energética.
Y de ribete, su gobierno está en el centro de la opinión mundial – este fin de semana afrontó a la asamblea general de las Naciones Unidas desde la máxima tribuna mundial, en una reunión bajo el tema de la mujer.
En otro escenario, el Papa Francisco rompió protocolos e inercias ante la conservadora iglesia estadounidense y fue duro, muy duro, con los obispos y sacerdotes pederastas y pedófilos que han atentado contra la dignidad de muchos fieles católicos, niños y adolescentes.
Jornadas muy intensas vivió el pontífice frente a millones de ciudadanos de los Estados Unidos. Y los mexicanos de México se quedaron mirando el paso del Papa, Mucho tuvieron que ver actitudes prepotentes y soberbias del gobierno mexicano para que el pontífice eludiera sus primeros planes: venir a México y entrar a los Estados Unidos por Ciudad Juárez.
La presencia de Francisco habría jugado en favor del presidente Peña Nieto, cuya popularidad ha venido descendiendo por múltiples incongruencias, sobre todo por las desapariciones forzadas, la corrupción, el conflicto de intereses y la “fuga” del narcocapo Joaquín El Chapo Guzmán Loera de la cárcel de alta seguridad más segura (valga la redundancia) del sistema penitenciario mexicano.
Y mucho se puede desgranar de estos grandes asuntos. Hasta escribir libros y libros, pero el periodismo actual no permite a la mente humana promedio leer arriba de 140 caracteres.
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