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MÉXICO, DF, 7 de octubre de 2014.- Antes que político, el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, se define como un cacique, pues le enorgullece el calificativo, señala el periódico español El País en un amplio reportaje que publica en su edición de este martes.
Pero la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Iguala y el hallazgo de seis fosas con al menos 28 cuerpos han puesto en entredicho la carrera de un líder regional con una trayectoria política dividida entre dos partidos: más de 30 años en el Partido Revolucionario Institucional y apenas cuatro en el PRD, que se define como de izquierda.
Todos los cargos públicos que ha ocupado, excepto el actual. El drástico cambio de tendencia política respondió a su deseo de ocupar, a través de las urnas, la máxima autoridad de su Estado. El PRI designó a otro como su candidato, a la postre su primo, y Aguirre renunció a su militancia, a su escaño como senador por el PRI y cambió de filas sin chistar en 2010. «Mi candidatura va más allá de los partidos», dijo entonces en un mitin. Ganó en enero de 2011.
Su historia es un retrato de la naturaleza camaleónica de muchos líderes regionales mexicanos. Como «el cacique de la Costa Chica», saltó a la arena política nacional bajo el ala de José Francisco Ruiz Massieu, gobernador de Guerrero entre 1987 y 1993, que lo nombró secretario de Desarrollo Económico en 1987. Ruiz Massieu murió asesinado el 28 de septiembre de 1994, cuando ocupaba la secretaría general del PRI.
Meses después de la muerte de Ruiz Massieu, en 1996, Aguirre asumió el poder en Guerrero como gobernador interino tras la dimisión de Rubén Figueroa Alcocer, investigado por la masacre de Aguas Blancas, ocurrida el 28 de junio de 1995. Hombres, mujeres y niños denunciaban abusos en sus comunidades. La policía respondió a tiros y murieron 17 personas. Han pasado casi 20 años y las organizaciones campesinas todavía exigen castigo a los responsables.
El gobernador concluyó su interinato en 1999 y continuó una meteórica carrera política con el PRI. Fue diputado federal entre 2003 y 2006 y más tarde llegó al Senado, de donde quiso lanzarse, ahora por las urnas, al máximo poder de Guerrero en 2010. Pero su partido eligió como candidato a su primo, Manuel Añorve Baños, dos veces presidente municipal de Acapulco, y diputado federal por el PRI en la actual legislatura. El rompimiento fue drástico. Añorve y Aguirre, familiares, se convirtieron en acérrimos rivales. Y tras más de 30 años de férrea militancia priista, Aguirre cambió de bandera política, y se unió a las filas del PRD para competir por la gubernatura. La ganó en enero de 2011.
En su campaña como gobernador utilizó a su favor su fama, fundada, de cacique. Los colaboradores de su campaña contaban anécdotas sobre las horas que el líder pasaba con los habitantes de cada comunidad, la atención con la que escuchaba a los campesinos y que los indígenas lo veían como un «Tata bueno». También relataban que le gusta la vida campirana, tocar la guitarra y cantar, especialmente, el bolero Lágrimas negras. Guerrero tiene una de las orografías más complicadas de América Latina. Por su territorio cruzan la Sierra Madre del Sur y las Sierras del Norte. De sus tres millones de habitantes, una cuarta parte vive en el puerto de Acapulco, uno de los más importantes del país y también una de sus ciudades más peligrosas. En el resto, repartidos, están los demás. En el Estado están los municipios más pobres del país.
Ahí, en ese complicado territorio, es donde opera la red de cacicazgo de la que Aguirre tanto se enorgullece. Por ejemplo, los medios locales guerrerenses publicaron el domingo que los transportistas de la región defendían con tesón al gobernador y desdeñaban la desaparición de los estudiantes: la calificaron de “maniobra política para desestabilizar [el Gobierno de Aguirre]”. También exigían a los políticos que estaban «detrás de todo esto” que dejaran «trabajar al gobernador» e insinuaron que quizá los padres de los desaparecidos exageraban: “Ojalá estos muchachos no vayan a andar de vacaciones”.
El mismo domingo la Fiscalía de Guerrero informó que de los 28 cuerpos calcinados hallados en seis fosas en Iguala, al menos 17 son de los estudiantes desaparecidos.
No es la primera vez que Aguirre se involucra en un escándalo durante su gestión. Guerrero fue uno de los estados más golpeados por la emergencia causada por las tormentas Manuel e Ingrid, uno de los mayores desastres naturales en la historia del país. La mayoría de los 157 muertos que causó la desgracia eran guerrerense: al menos 101. Un pueblo entero, La Pintada, desapareció sepultado por un alud de tierra. Acapulco, la joya de la corona del estado, permaneció incomunicado por más días. Guerrero también fue el estado con más pérdidas en su agricultura y ganadería: 215 mil hectáreas y 45 mil cabezas de ganado. El día que comenzó la lluvia que asoló su tierra, el gobernador encabezaba un banquete que no terminó hasta las seis de la mañana del día siguiente, pese a que ya existían llamadas de auxilio.
Ese día se festejaba la Independencia de México. Un año después, el Gobierno federal en coordinación con la gubernatura de Aguirre ha entregado recursos a las partes más dañadas, pese a que la recuperación es lenta. Las autoridades habían anunciado hace meses que reconstruiría 8 mil 300 viviendas afectadas por las lluvias.