
El recuerdo de un Maestro que vivió sin tregua, entre acordes y sombras
XINING, China, 13 de mayo de 2015.- La vorágine de la modernidad y el avance tecnológico que envuelve al mundo, se muestra en la ciudad de Xining, capital de Qinghai, provincia ubicada al Noreste de China. Pese a ello, las costumbres, atuendos y la fe de las 55 multietnias arraigadas en esta región prevalecen y son uno de los principales motivos de atracción turística.
Esto se aprecia desde la llegada a su aeropuerto, donde jóvenes de la etnia TU, ataviados con coloridos trajes típicos, dan la bienvenida a los visitantes. Si bien no es un trato alegre, pues la sobriedad es característica de habitantes en todo el país, sí esbozan afables sonrisas.
Bastan dos horas y media de vuelo desde el aeropuerto de Beijing a la terminal aérea de esta ciudad de Xining para observar que la vestimenta de la mayor parte de la población es casual, a pesar de que el 50 por ciento de los 2 millones 600 mil habitantes de Xining son de etnia tibetana. Apenas uno que otro mantiene un vestuario típico fiel a sus costumbres y creencia budista.
Las amplias avenidas, con un intenso tránsito vehicular y los enormes edificios, en su mayoría de 40 pisos o más, sumados a la visibles obras de enormes edificios, son contrarios a los suburbios donde la etnia tibetana conserva fielmente los templos budistas.
En el templo budista conocido como Techo de Oro, a unos 25 kilómetros de Xining, capital de Qinghai, sobresale un espectacular buda de oro de más de 2 metros de altura. Está prohibido sacar fotos al interior de este recinto, y en sus amplios pasillos que llevan de una sala a otra, se aprecia la hermosa arquitectura, tipo pagodas, una torre con techado de oro, derivado de la arquitectura de estucos, base arquitectónica de los templos budistas.
El Gran Salón de la Meditación es la institución dominante para la organización religiosa del Monasterio. Es la estructura más grande y está frente al Salón del Techo de Oro. Allí se encuentran pilares largos y cortos que tienen tallados patrones hermosos además de una torre de oro verdadero en donde están las cenizas de Je Tsongkhapa, el maestro más importante del Budismo tibetano, creador de la llamada tradición Gelug o «Tradición de los gorros amarillos» .
En una de las múltiples salas del templo se aprecian enormes telares tejidos, ubicados a lo largo y ancho del recorrido, todos con figuras y lenguaje tibetano que muestra la veneración a Buda. Así, las figuras de los budas, en nichos de cristal y madera, cubren las paredes del recinto a todo lo largo de la sala.
En los pasillos del centro religioso y al interior de una de las salas los creyentes –con trajes de seda y manta– oran y se arrodillan. En otras zonas del templo, está la escuela del budismo. En una sala más se concentran los tibetanos, quienes meditan, lo cual les ayuda a fortalecer su cuerpo y el espíritu.
Los inmuebles al interior son todo de madera bien cubierta de barniz especial. El templo, semioscuro, es alumbrado con veladoras que permiten visualizar el andar de gente en pasillos alfombrados y con muros cubiertos de tapetes que representan los cánones tibetanos.
Entre patio y patio que conecta a cada recinto, además de apreciarse la antigua y bella arquitectura de las pagodas, en una vitrina resalta un trabajo artesanal de flores e imágenes de veneración a Buda, elaboradas a base de mantequilla de leche.
Esta sala se cambia cada año, no hay refrigeración al interior según comentan los encargados. Sólo se renueva cada año durante las festividades del nuevo calendario chino.
Durante todo el recorrido, llaman la atención los hábitos guindas de los monjes tibetanos quienes caminan, mirando de reojo y ocultándose de las cámaras fotográficas y de video que apuntan los turistas. Esta mezcla de misterio y desconfianza envuelven también la actitud de las y los creyentes, a quienes no les gusta que los fotografíen cuando meditan y oran en los pasillos a la entrada de las salas de oración.
Sin duda los 80 yuanes (13 dólares) costo de la entrada a este templo budista, significa poco para los visitantes, para quienes la historia y la cultura de este recinto, aunado al misticismo, fe e idiosincrasia de la etnia tibetana, los llevan a un ámbito de reflexión de todo un entorno de un modernismo mal concebido, cuyo crecimiento de inmuebles de estructura y concreto en la ciudad, hacen que la convivencia de los seres humanos vaya perdiendo el trato amable y personalizado.
Incluso las oraciones de fervor que se vierten en la sala de la longevidad, hacen que el visitante se sumerja en este manto de oración y rejuvenezca en sus ideas, saliendo fortalecido en cuerpo y mente.
El templo la Torre de Oro, construido en 1692, llama a la paz, con un misterio que llama la atención desde sus puertas iniciales, que al interior muestran a un dios, cuya apariencia física no es agradable a la vista, por eso cubre su cara con un tejido.
Las pinturas multicolores, hechas a base de minerales, son de gran atractivo y ahí se plasma el origen de los tibetanos y el homenaje a sus dioses, en una veneración que va más allá de la fe y de la naturaleza misma del hombre.
Más tarde, la visita al museo de medicina tradicional tibetana. Un edificio moderno, construido apenas en la última década del siglo pasado. En su interior hay muestras de cómo las etnias tibetanas descubren las grandes cualidades curativas de las hierbas.
La medicina alternativa
La historia de más de mil 300 años en su estudio, investigación, son recorridos a través de más de 10 salas de exhibición, donde resaltan no solamente las características de las hierbas y sus propiedades curativas, sino los centenares de instrumentos que fueron utilizados por los médicos tradicionales tibetanos y cuyo legado se mantiene en los diversos centros de medicina tradicional tibetana en todo el mundo, incluido México.
Sin lugar a duda, el thangka, (tapiz budista de seda pintado, que conforma un un mural de más de 600 metros de largo, que tiene el récord Guinness desde 1999, dentro de los murales más grandes del mundo) describe gráficamente las transición de la medicina tibetana: los orígenes de la misma y su desarrollo a través de más de 13 siglos. En tibetano, than significa plano y ka, pintura.
La pintura, multicolor, da relevancia a los peces, tortugas y puercos como los animales principales del origen en la medicina alternativa, también muestran la importancia de los minerales y vegetales para la cura de enfermedades desde los antepasados y en la actualidad. En una medicina alternativa que ha tomado auge no solamente aquí en China, sino en muchos países del mundo.
De los países latinoamericanos, solamente Brasil mantiene intercambio con los médicos tradicionales tibetanos, aunque aisladamente los mexicanos que se dedican a la medicina natural, también visitan, eventualmente, este tipo de centros
Así, no sólo las creencias, sino las costumbres, vestimentas y los diversos sectores de la medicina tradicional, asoman sus grandes virtudes, ante la modernización de las ciudades, que como Xining, en China, no pueden ni deben enterrar lo que ha sido los orígenes del hombre y cuya metodología para vivir y subsistir, a lo largo de los siglos, es prioritaria, aún con los avances tecnológicos y científicos que parecen olvidar los orígenes del ser humano.