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MÉXICO, DF., 3 de julio de 2015.- De acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, (OCDE) la atmósfera terrestre recibe 22 toneladas de cadmio por día, de las cuales, el 90 por ciento proviene de la actividad humana y el resto de los incendios forestales, los volcanes y el desgaste del suelo y las rocas, lo cual representa “un gran peligro para la salud humana”.
Según el organismo, las principales fuentes humanas de cadmio son los fertilizantes, el uso de combustibles fósiles y las industrias del hierro y del acero. De acuerdo con la OCDE, el cadmio se obtiene como un subproducto de la industria del zinc: “Es un buen conductor de la electricidad que sirve para fabricar componentes electrónicos”.
De acuerdo con el estudio «Risk Reduction Monograph No. 5: Cadmium OECD Environment Directorate», publicado por la OCDE, cuando el cadmio se combina con otros elementos químicos, forma sustancias amarillas, rojas o anaranjadas que se usan para colorear plásticos, vidrios y cerámicas.
«El 80 por ciento de la industria del cadmio se dedica a la fabricación de baterías recargables que duran más, toleran un mayor rango de temperatura y se recargan más rápido que otras baterías», explica el análisis.
«En la década de 1960 se comenzó a tomar precauciones para disminuir la liberación de cadmio al ambiente. En los años siguientes disminuyó la cantidad de cadmio en el agua, el suelo y la atmósfera. También se redujo el consumo involuntario a través de los alimentos», se se indica en el documento.
Finalmente, la OCDE destacó que los trabajadores «deberían ser sometidos a exámenes médicos periódicos para prevenir riesgos. Donde se cumplen estas medidas, el cadmio ya no constituye un peligro para la salud humana».
Entre las empresas mexicanas que utilizan cadmio está PEMEX pues apela a las normas NRF-032-PEMEX-2011 y NRF-096-PEMEX-2010 utilizadas en ductos marinos, lo que provoca que el cadmio entre en contacto directo con el agua y la vida marina, afectando a las especies animales y vegetales del Golfo de México. En agosto de 2010, autoridades internacionales confirmaron que los ostiones del Golfo de México contaban con altos índices de este elemento tóxico.