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MÉXICO, DF., 5 de julio de 2015.- En México, cada vez más hombres se sienten insatisfechos con su figura y cambian su comportamiento para modificarla, pese a que la bulimia y la anorexia son menos frecuentes en este sector que entre las mujeres, destacó Cecilia Silva, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.
De acuerdo a un comunicado, uno de cada 10 pacientes con trastornos de la conducta alimentaria es hombre y ante la falta de criterios diagnósticos apropiados para esta población, la tasa de incidencia puede ser mayor.
La especialista precisó que ellos suelen llevar a cabo conductas que socialmente son más aceptadas, como hacer ejercicio en lugar de dejar de comer o vomitar tras la ingesta; el problema inicia si lo hacen de manera compulsiva o compensatoria por la necesidad que tienen de modificar su figura.
Este deseo los lleva a cambiar sus patrones de nutrición y no necesariamente de manera saludable. Suelen ingerir sólo proteínas y dejan de lado otros grupos de alimentos; consumen suplementos; recurren a medicamentos de distintos tipos, laxantes y/o diuréticos, así como a hormonas como los esteroides anabólicos o la somatotropina, lo que altera sus condiciones nutricias y metabólicas.
Un trastorno de la conducta alimentaria desencadenará una sintomatología similar a la de las mujeres, como sentirse incómodos con su figura e inician dietas o rutinas físicas que aparentemente están dentro de la regularidad.
Es posible que esto sea un efecto del cambio que se ha generado en los últimos años en la concepción de lo masculino y de la presión social sobre este sector, que se ha tornado casi tan intensa como lo ha sido para las mujeres. Han cambiado los cánones de belleza y también las expectativas respecto al rol de género que deben desempeñar, lo que produce mayores exigencias sobre su apariencia y conducta.
Por ejemplo, “hasta hace poco debían ser feos, fuertes y formales, ahora deben ser guapos, fuertes, cariñosos, tiernos y buenos proveedores”, comentó.
Cecilia Silva señaló que el grupo etario de 14 a 18 años es el de mayor riesgo, “aunque en la última década se ha producido un fenómeno preocupante, pues cada vez son más comunes los casos de niños y niñas que desde los ocho o nueve años presentan la sintomatología”.
Tratamiento
Se requieren cuidados psiquiátricos, además del tratamiento psicológico y nutricional; en los últimos años se observa que quienes los padecen tienen deficiencias específicas y bien localizadas a nivel cognitivo, por lo que en los protocolos de atención se empiezan a incluir intervenciones neuropsicológicas, lo que eleva la probabilidad de éxito.
La investigadora destacó que les debe enseñar a sentirse satisfechos y seguros de sus habilidades, pero también generar programas de prevención para que la gente sea capaz de reconocer el límite entre una conducta normal del cuidado del cuerpo y la apariencia y otra patológica.