
Malinche y el mestizaje: nuevo enfoque desde el Año de la Mujer Indígena
MÉXICO, DF., 26 de junio de 2014.- Buenos Aires (y el mundo hispanoparlante) está de fiesta: se cumplen 100 años del nacimiento de Julio Cortázar.
Exposiciones, ciclos de cine, jazz, programación multimedia y series de televisión, la ciudad porteña nombró al 2014 el año de Julio Cortázar.
El escritor nacido el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, Bélgica, pero irremediablemente argentino por convicción y maestro de la literatura latinoamericana, será homenajeado también este 2014 en el Salón del Libro en París y por supuesto, en la Feria del Libro en Buenos Aires, donde se llevarán a cabo una serie de actividades que tienen como objetivo dar a conocer la obra del autor de Rayuela, Historias de Cronopios y de famas, y Bestiario, que hoy en día se mantienen como referencia para los lectores del español.
La exposición organizada por el Museo del Libro y la Lengua lleva por título Rayuela, una muestra para armar, combinando una de las características de lectura del libro y el título de otro, modelo para armar.
Los festejos incluyen además, jornadas de lectura, interpretaciones de las piezas de jazz favoritas del escritor, así como un ciclo de cine con películas basadas en cuentos del escritor, y en televisión, pasarán la película Cortázar, dirigida por Tristán Bauer.
Además, el cineasta Julio Ludueña aprovechará la ocasión para estrenar su película Historias de Cronopios y de famas.
Aquí, un extracto del que fue su libro más emblemático, Rayuela:
“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias”.
Frases sueltas del escritor.
«Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo…» (Capítulo 36 de Rayuela)