Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
Por más de tres décadas Ignacio Mejía y su familia han mantenido una dulce tradición que aunque es alusiva a la muerte cada año está más viva.
Herederos de un oficio que demanda meses de dedicación, los Mejía culminan su esfuerzo los primeros días de noviembre cuando venden las 10 mil calaveras de azúcar que elaboran para recordar a los fieles difuntos.
Preparar la multicolor producción de calaveras ocupa a Ignacio desde agosto, y aunque su venta es un ingreso adicional para la economía familiar, es una manera de rendir una ofrenda a los abuelos que iniciaron la tradición que se vende en el mercado de Xochimilco.
Aunque la calaveras son de varios tamaños siempre en encuentran un marchante a quien recordarle que el imaginario popular concibe a la muerte como un dulce recuerdo.