
Detienen a 2 hombres con tarjetas bancarias ajenas en Naucalpan de Juárez
MÉXICO, DF, 27 de junio de 2014.- El factor principal que impulsa las oleadas de jóvenes migrantes solos hacia Estados Unidos es la violencia de los grupos del crimen organizado, que desplaza a cientos de miles de personas de México y Centroamérica, destaca el sitio estadounidense especializado en seguridad In Sight Crime.
Las historias de las personas que tienen que huir de sus hogares son abundantes y circulan en todos los ámbitos sociales, desde los elegantes cafés de la élite rica hasta las polvorientas pulperías de los barrios periféricos. Pocas vidas permanecen al margen de esta epidemia de desplazamiento forzado que afecta a la región, destaca.
A principios de este mes, el presidente de Estados Unidos Barack Obama rotuló como una «crisis humanitaria» al enorme aumento de niños sin acompañantes, que han emigrado en gran cuantía a Estados Unidos desde los países del Triángulo del Norte: unos 47.017 a partir de octubre de 2013.
Este desproporcionado aumento del 92 por ciento, con respecto al mismo período del año anterior -acota Cecilia Muñoz, directora de política doméstica de la Casa Blanca-, refleja «un aumento en la violencia sostenida», así como un empeoramiento de la pobreza.
Los niños que huyen de El Salvador, Guatemala y Honduras representan apenas a un grupo de personas desplazadas por la violencia que padecen estos países del Triángulo del Norte y México, la mayoría de las cuales no tienen otra opción que permanecer en sus ambientes terroríficos, señala In Sight Crime.
En México, donde la violencia es la más visible, 1.65 millones de personas fueron expulsadas de sus hogares en los cinco años comprendidos entre 2006 y 2011 -el equivalente al dos por ciento de la población del país- según los datos preliminares de Parametría, un centro de investigación mexicano.
En términos anuales, un promedio de 330 mil mexicanos tuvieron que abandonar sus hogares en cada uno de los cinco años. Un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez mostró que sólo en la ciudad de Ciudad Juárez, alrededor de 230 mil personas huyeron entre 2007 y 2010, la mitad de las cuales abandonaron el país cruzando la frontera hacia Estados Unidos.
En El Salvador, la escala de desplazamiento fue igualmente alta en 2012, el año más reciente del cual se poseen cifras, con el 2.1 por ciento de la población siendo forzada a desplazarse como resultado de la violencia. De esta población, aproximadamente 130 mil personas, casi un tercio se vio obligada a abandonar sus hogares dos o más veces.
Esta tasa de desplazamiento se equipara con los niveles vistos durante la guerra civil en El Salvador en los años ochenta, o con los del actual conflicto armado de Colombia, que también ha sido catalogado como una emergencia humanitaria.
En los casos de Honduras y Guatemala no hay información confiables, pero las excesivas tasas de homicidio de esas naciones -Honduras es la más alta del mundo, según informe reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD)-, apuntan a un nivel similar de desplazamiento.
La región se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria, y los últimos años han sido testigos de lo que parece ser un nivel inusitado de desplazamiento. No obstante, los gobiernos de estos países han permanecido prácticamente en silencio.
El problema de los desplazados es visto como un asunto de seguridad y a menudo es observado desde la perspectiva de los conflictos políticos que se propagaron aquí en los años ochenta. El tema también es políticamente sensible, lo que hace que sea difícil establecer conversaciones constructivas. Por último, la naturaleza y los patrones de esta ola actual de desplazamiento son muy complejos y poco comprendidos.
Una idea equivocada clave es que los autores de los desplazamientos en la región forman una sola entidad: «el crimen organizado». Lo cierto es que tres grupos criminales principales empujan a la gente a dejar sus casas: las pandillas callejeras, los carteles de la droga mexicanos y los transportadores de drogas.
Las pandillas callejeras y los carteles mexicanos son los responsables de la mayor parte de los desplazamientos. Las pandillas, compuestas en su gran mayoría por maras, operan en El Salvador y Honduras, y en menor medida en Guatemala.
Los carteles de la droga mexicanos realizan operaciones principalmente en las zonas rurales y semi rurales de México, y cada vez más en ciudades cercanas y en las zonas rurales del Triángulo del Norte. Los transportistas de drogas desplazan comparativamente pocas personas y principalmente están ubicados en las zonas rurales de Guatemala y Honduras.