Tregua verbal
Dijo Miguel Ángel Mancera en su Segundo Informe de Gobierno, que su popularidad ha caído por haberse atrevido a tomar “decisiones costosas”.
Pero aunque no vivo en el DF, para mí que no ha sido solo por eso.
Acabo de pasar unos días en la Ciudad de México donde nací y viví hasta 1986 y me pareció un desastre.
Por dondequiera que estuve algo, o mucho, andaba mal; y para nada noté los 300 millones de pesos que, asegura, gastó en bacheo.
El pavimento del segundo piso del Periférico tiene irregularidades y hoyos que lo hacen molesto y peligroso.
Y en el primero, casi me muero del susto cuando empezaron a caer gruesas cascadas sobre el parabrisas.
En la avenida Reforma, de Mariano Escobedo al Periférico, las coladeras parecían fuentes brotantes; y ni a dónde hacerse, porque en las calles de Polanco por las que lentamente cruzaba, las inundaciones eran de varios centímetros y podrán imaginar el tráfico.
En muchísimas partes de esa colonia, hay hoyancos que dificultan la caminata. Presidente Masarik es vergüenza y agravio, porque en lugar de arreglar banquetas y las calles que ahí desembocan, están poniendo piso de mármol; como si no hubiera otras prioridades.
Un sábado a las nueve de la noche en pleno aguacero, dejé mi coche estacionado en la calle de Tepic.
No vi ningún letrero que lo prohibiera; pero cuando hora y media después salí, las llantas tenían unos como aparatos ortopédicos y en el vidrio estaba pegado un triángulo con el Ángel de la Independencia y una explicación de que debía hablar a tal y tal número o pagar en tal y tal banco.
Estaba marcando el celular para avisar que me era imposible pagara esas horas y en sábado de diluvio, cuando se estacionó junto a mí una camioneta-grúa y el policía-chofer me dijo que podía pagar con él, los 538 pesos de la multa…
Le di 500 y empecé a contar el cambio, cuando su pareja -una mujer- le dice que me cobre sólo 500 porque estoy pagando a tiempo; como tonta, agradezco la rebaja y en segundos, los dos quitan los aparatos y desaparecen sin darme recibo.
La intensa lluvia y el estar deteniendo bolsa, libreta y paraguas, me impidió ver y apuntar la placa para poder reportarla; después me enteré que pagando la misma semana, se reduce a la mitad.
Las calles de Coyoacán, bello centro prehispánico y de gran importancia nacional, son de pena ajena y propia.
Hace un año me rompí la planta del pie en una calle de Cuautla y ahora en Coyoacán, extremé el cuidado; pero por poco repito el numerito, porque en las aceras unos hoyos siguen a otros en competencia de tamaño y forma; y en las calles empedradas hay piedritas medio sueltas que se logran que uno se mueva como gelatina.
En Benito Juárez casi frente a Televisa, los coches se estacionan en los tres carriles que hay; y hay que esperar que el franelero suba a la banqueta alguno, para poder pasar.
Por lo que vi y lo que mis amigas me cuentan sucede, mamás con cochecitos de bebé y gente en silla de ruedas, deben ir esquivando los hoyos.
Muy difícil ha de ser para los invidentes y sus familias, llegar a la escuela para ciegos del DIF y al hospital para operar ojos que hay en Francisco Sosa, como podrá usted ver en estas fotos tomadas por mi amiga Fina Laris.
Hay un registro roto en la calle paralela, que se llama Presidente Carranza; y si no alcanza uno a ver los toldos de algunas tiendas frente a la plaza, de plano rebota por el golpe.
La delegación Tlalpan no está mucho mejor; en la zona de hospitales, puestos de fritangas y flores invaden totalmente las aceras.
Ahí, en las calles detrás del Sanborn´s de la Calzada de Tlalpan, unos letreros informan que los vecinos se oponen a los parquímetros.
Pronto supe la razón; porque en cuanto intenté estacionarme, señoras con tubos y escobas como en escena del Chavo del Ocho, salieron a avisarme que eran las cuidadoras de esa calle, y debía pagar 50 pesos por quedarme ahí; eso sí, aclararon “con permanencia libre”.