Visión financiera/Georgina Howard
Que mejor lugar para un conciliábulo de quienes trabajan con las palabras, cuidan el idioma y hacen comprensibles los textos, que una biblioteca.
Durante dos días, 140 correctores de estilo de varias partes del país y algunos extranjeros se dieron cita en su primer Concilio Nacional convocado por Profesionales de la Edición AC (PEAC), en colaboración con la Cámara Nacional de la Industria Editorial (Caniem) y la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM, con el propósito de hacer una revisión de los métodos y procedimientos de trabajo que les permitiera establecer pautas claras y orientadoras en la búsqueda de un perfil concreto y actualizado de su trabajo.
Los viejos muros de la Biblioteca de México ‘José Vasconcelos’, en la Plaza de la Ciudadela, fueron testigos de las maratónicas sesiones donde los asistentes se enfrascaron con los ponentes en un fructífero diálogo sobre el quehacer de la corrección de textos.
Un valor añadido se lo dio al Concilio la participación del lingüista, periodista y escritor uruguayo -aunque también cuenta con pasaporte brasileño- Ricardo Soca (autor y editor de ‘La página del idioma español’, con numerosos visitantes), quien dictó la conferencia magistral ‘La actitud de los trabajadores del lenguaje ante la lingüística prescriptiva y la autoridad académica’, así como las clínicas ‘Penas y glorias de un gerundio en estado de sitio’, impartida por el narrador, ensayista y catedrático universitario Sandro Cohen, y ‘La edición y corrección de ebooks: reto para los profesionales de la corrección’, a cargo del actuario y maestro en sistemas Guillermo Chávez Sánchez.
También en el Primer Concilio Nacional de Correctores se rindió un merecido homenaje -en ausencia- al maestro Martí Soler, cuya trayectoria en el trabajo editorial comenzó hace más de 60 años. Actualmente es profesor y miembro del consejo consultivo de PEAC.
En la apertura del Concilio, el presidente de la Caniem José Ignacio Echeverría dijo que lo que representa la página en blanco para el creador, lo representa la página escrita para el corrector; un lector no sabe ni se da cuenta de que el libro que llega a sus manos pasó por un ojo clínico, el cual hace posible ofrecerle un producto entendible y pulcro. El autor no piensa en el lector; el corrector, sí.
La Caniem es ya una entidad calificadora y en unos meses habrá un proceso de certificación de correctores tanto de textos como de pruebas, adelantó Echeverría.
Las 15 ponencias presentadas, repartidas en dos días, abarcaron desde la historia de la corrección de estilo hasta los desafíos que representa la era digital para esta profesión, tocando temas como la trascendencia del quehacer del corrector en los textos antiguos y el estudio de la gramática histórica para que no se pierda su esencia, pero resulten entendibles para todo público, pues están plagados de palabras en latín y en desuso.
El corrector de textos antiguos (siglos XVI y XVII) es el puente entre el texto y la lengua, por lo que debe respetar los términos originales del mismo tomando en cuenta la forma de uso de la lengua en el periodo en el que trabaja; la corrección de un documento para una análisis lingüístico debe tener respeto por la ortografía y la puntuación originales.
Y en un giro de 180 grados, el temario del Concilio incluyó el cambio paradigmático en la lectoescritura que trajo consigo la era digital. En este sentido se dijo que los 140 caracteres se vuelven un estándar de lectura; entonces los hijos de la galaxia Gutenberg deberán transformarse en hijos de la galaxia Mc Luhan porque antes los textos se calculaban en cuartillas y ahora en bites, que tienen un flujo impresionante.
El declive económico de los periódicos impresos ha provocado que migren a las publicaciones digitales y esta transición es del tamaño de la oral a la escrita, la cual tardó tres siglos. La conclusión de este segmento fue que el cambio en las actitudes de la sociedad, transformaron el leguaje en las redes sociales.
Las mesas de trabajo fueron de temas como la corrección de textos académicos, labor en la que el corrector debe tener un valor moral para conservar la epistemología; también debe conocer, además de la lengua, al autor y la obra, ya que es el primer lector del texto antes de que sea publicado; de ese tamaño es su responsabilidad.
También trataron sobre la precarización del trabajo de corrección en un mundo neoliberal, el cual ha llevado a la contratación free lance sin prestaciones ni seguridad social, y con bajos salarios. En este punto se habló de la certificación de los correctores, que permitirá el reconocimiento de su actividad para su cotización en el mercado laboral.
La ‘clínica de corrección’ impartida por el maestro Sandro Cohen versó sobre el uso correcto del tan temido gerundio. Con reglas y ejemplos precisos para su empleo, Cohen despejó las dudas más comunes sobre la manera de utilizar esta forma invariable no personal del verbo, la cual, dijo, no hay que censurar.
Dio toda una cátedra sobre los tipos y usos del gerundio, así como sobre los casos en que suele abusarse de él, por ejemplo, cuando se usa como adjetivo o en lugar de verbo.
Mención aparte merece la conferencia magistral de Ricardo Soca, quien por cierto a su llegada a México tuvo una mala experiencia en el aeropuerto, donde lo interrogaron exhaustivamente sobre las actividades que realizaría aquí y le abrieron la maleta aunque le había tocado semáforo en verde.
El intelectual sudamericano despertó ámpula entre algunos asistentes porque cuestionó la autoridad de la Real Academia Española para legislar o establecer normas sobre el idioma; es necesario fundamentar el uso de éste, pues el Diccionario (DRAE) está lleno de palabas en desuso y en cambio no aparece ‘mouse’, que ya es de uso común en Latinoamérica y no se debe traducir porque ese es su nombre.
Apuntó que la lengua es un producto del cerebro en interacción con la vida social (neurolingüística) y de ahí la necesidad de reflexionar sobre el papel de la autoridad de la Real Academia para establecer qué es correcto y qué no les es en el idioma español.
Durante este fructífero encuentro entre correctores de textos y de pruebas, no faltaron los detalles chuscos, como el insistente teléfono celular sonando en medio de una mesa de trabajo, o las personas más interesadas en la ‘selfie’ del momento, o aquellas que estaban en el Twitter o el Whatsapp… ni modo, son los riesgos de la digitalización tecnológica.