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XALAPA, Ver., 5 de octubre de 2014.- Durante cuatro días, Xalapa se vio invadida por un nutrido grupo de personajes de toda clase y condición. Llegaron de los cuatro puntos cardinales de nuestro país, pero, también, desde diversas latitudes del mundo.
Había novelistas, había cuentistas, también poetas, ensayistas, editores, músicos, cineastas, periodistas. Estuvieron por tres razones bien simples: disfrutar de la hospitalidad de los xalapaños (que, dicho sea de paso, se agradece), gozar de las bondades que ofrece esta ciudad (con sus cantinas incluidas), y, sobre todo, han estado aquí para participar en la cuarta edición del Hay Festival, el cual inició el pasado 2 de octubre y concluye hoy (domingo 5).
Es cierto: la inseguridad ha sido uno de los temas del que más se ha hablado y se ha hecho referencia en las conversaciones, sin embargo –y como han señalados los organizadores– ésta no es privativa de Xalapa; más bien, es ya una afección que ha impregnado a todo el país.
Ya lo decía en entrevista (para Quadratín México) Cristina Fuentes de la Roche, directora del festival para América Latina: “La violencia y la inseguridad son una realidad que no podemos negar. Al ser México un país que en estos últimos años ha tenido una época muy problemática, existe esta necesidad de hablar, de crear foros culturales donde se pueda charlar de todos estos temas: de la violencia, la impunidad, de migración. El Hay Festival ha creado esos espacios de reflexión”.
Cristina ha sido directa: “Desde nuestra posición no tenemos el poder de cambiar las cosas, pero sí podemos crear más consciencia sobre estos temas… Crear foros de discusión y reflexión para impulsar el cambio. El Hay ha contribuido en eso”.
Y en esto tiene razón. Partamos de que el Hay Festival of Literature & Arts es un festival literario y de artes originado en la pequeña población de Hay-on-Wye en Gales; sin embargo, desde finales de los noventa comenzó a tener hermanos en diversas partes del planeta, como en Italia, Brasil, España, Hungría o Nigeria.
Cuando aterrizaron en Cartagena de Indias, Colombia era un país muy similar a México: aislado por la situación de violencia, pero con una gran riqueza cultura y literaria.
“Organizar ahí el Hay Festival fue como un voto de confianza hacia el país –nos decía Cristina durante la entrevista–. Hoy Colombia es más estable, la violencia ha disminuido mucho. Creo que el Hay ha sido parte de ese cambio. No sólo por los espacios de debate, sino por los puentes que hemos creado y que son nuestro objetivo principal”.
¿A qué puentes se refiere? Sencillo: al ser un circuito que comienza en Gales –y que durante el transcurso del año llega a otros países–, el Hay ha podido cruzar y llevar autores entre continentes. Muchos de ellos, procedente de naciones con problemas o dificultades similares.
Y, en efecto, crear puentes, además de incitar el debate y el pensamiento –tanto local como global– son objetivos que se ha cumplido. Es algo que hemos vivido en las tres ediciones anteriores, y durante los cuatro días del Hay Festival 2014. Más de 60 actividades –de literatura, ciencia, arte, periodismo, música y cine– han dado cuenta de la gran vitalidad y diversidad cultural.
Autores consagrados y creadores que empiezan a despuntar han hablado de todo un poco.
Por ejemplo, el catalán Jordi Sierra i Fabra vino a hablar sobre su prolífica obra (¡tiene más de 400 libros publicados!) y sobre literatura infantil.
El dibujante francés Killoffer habló sobre la situación que vive este género en su país, el cual es una de las grandes capitales del cómic.
La periodista y poeta libanesa Joumana Haddad llegó con su poesía bajo el brazo y con su postura –firme– contra el machismo.
El ilustrador chileno Alberto Montt deleitó al público con su humor y sarcasmo, el mismo que lleva a la práctica en su conocido trabajo.
Sin embargo, el autor más esperado y celebrado ha sido, por supuesto, Salman Rushdie. De entrada, se le vio tranquilo, relajado, alegre. Es otro. Ya no es el de hace 25, 15 o 10 años que estaba secuestrado por el miedo ante las amenazas de muerte que pesaban sobre él.
Recordemos: tras publicar en 1988 Los versos satánicos, el ayatolá Jomeiní lanzó un edicto religioso (o fatwa); o sea, un llamamiento a la ejecución del escritor. Rushdie pasaría años viviendo escondido bajo protección británica.
Hoy las cosas han cambiado. El gobierno iraní se comprometió públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie. Así que él intenta llevar una vida normal, lo más normal posible para un escritor con tanta notoriedad.or lo menos aquí se le vio incluso dicharachero. Firmó libros y se sentó a hablar de soledad, alegría, amistad, cobardía, religión y, claro, literatura.
A la prensa le envío palabras de consuelo: “Estamos viviendo un momento de ataque a los periodistas, al periodismo. Es muy claro que los periodistas son blancos en muchos campos de batalla, incluso en países que no viven en guerra y, aun así, si ellos no hiciera su trabajo, nosotros no sabríamos nada”.
Luego, añadió: “Éste es otro tipo de esfuerzo de literatura heroica y tenemos que ver cómo podemos proteger mejor a los periodistas… Por supuesto, en general a todos los escritores”.
Al público, le invitó a seguir soñando: “Todos soñamos y cuando dormimos pasan cosas sumamente raras en nuestro cerebro. Pero pienso que mientras tengamos la capacidad de soñar seguiremos teniendo la de inventar historias”.
Desde que el hombre es hombre cuenta historias y lo ha hecho para entenderse a sí mismo. “Por eso, cuando un niño nace, una vez que es alimentado, se le ha bañado, está calientito, lo que viene es que se le cuente un cuento. Casi siempre, lo primero que dice un niño es: cuéntame un cuento”.