El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Adiós a la inteligencia; reinan las trivialidades
Es imposible no reconocer el avance tecnológico que en los tres lustros transcurridos del siglo XXI ha logrado la creatividad humana, especialmente en materia de comunicaciones, pero esa vertiginosa evolución ha desembocado en una sociedad global trivializada.
Hoy en día la masa estandarizada por el consumismo cifra su estatus en el precio del dispositivo móvil con que se toma ‘selfies’, ‘postea’ vulgaridad y media, ‘tuitea’ frases absurdas e insustanciales o ‘cuelga’ fotos personales francamente insulsas, si no es que ‘sube’ las de las celebridades (de todos los ámbitos) en situaciones chuscas o comprometedoras. La mayoría de ese conglomerado está convencida de que cualquier texto o imagen que ponga en las redes sociales la verá todo el universo… oh ilusos.
Y es, que como lo señala la colega Avelina Lésper en su columna ‘Casta Diva’ del suplemento cultural ‘Laberinto’ del diario Milenio (sábado 11 de julio de 2015), “la ignorancia se siente cómoda en internet” pues hoy día el conocimiento ha sido reemplazado por el consumo tecnológico, que entretiene a la muchedumbre y hace que deje de pensar –si es que alguna vez lo hizo- para convertirse en propagandista de la avalancha de incultura que domina en la red.
Una de las consecuencias de lo anterior es, sin lugar a dudas, la publicidad, sostiene el escritor y académico español Javier Marías, para quien el hecho de que la humanidad lleve décadas sometida a un perpetuo bombardeo de ésta, ha traído sus resultados.
Esta influencia nefasta ha propiciado que el único tema hoy día sea “uno mismo”, de ahí que la gente se pase todo el tiempo ‘colgando’ sus ‘selfies’ (autofotografías) en las redes creyendo que cientos o miles de personas las verán, pero lo cierto es que ellas estarán tan ocupadas poniendo las suyas, que seguramente ni cuenta se darán de que existen las de otros.
Lo más lamentable es que este sometimiento a los medios de comunicación ha dado como resultado que la cultura se haya trivializado a tal grado que ahora el escritor ha pasado a ser celebridad de las redes sociales, pues ya no importa su producto literario sino que su imagen sea popular en el ‘networking’, como quien dice ‘dar el click’ para que todo mundo vea sus fotos de ‘socialité’. El ejemplo reciente de ello fue la portada en la revista española Hola del escritor Mario Vargas Llosa en un ‘affaire’ amoroso.
Porque como escribe el colega Heriberto Yépez en su columna ‘Archivo Hache’ del citado suplemento ‘Laberinto’: “Lo más importante de los escritorQeses actuales son sus fotografías. El libro es solo el pre-texto.” ¿Y la literatura?, se pregunta. “La literatura se convirtió en una rama de la fotografía fantástica. La fotografía ha colonizado todos los medios”, es su cruda respuesta ante esta sociedad inmersa en la ‘globocult’.
Pero esta “cultura global” también ha traído consigo la proliferación de dispositivos móviles desechables, y no porque el aparato deje de servir, sino porque la voracidad de los fabricantes hace que las nuevas versiones de las ‘apps’ (aplicaciones) sean incompatibles con teléfonos de modelos atrasados (de dos años o menos de antigüedad), por lo que se convierten en basura electrónica altamente contaminante que va a parar a en tiraderos a cielo abierto.
Alto el precio del desbocado desarrollo de la tecnología aplicada a las comunicaciones, y más elevado si se toma en cuenta que se han perdido el tiempo y el silencio necesarios para PENSAR, ¿no cree estimado lector?