Roban armamento a la Policía de Jalisco
MORELIA, Mich., 27 de marzo de 2014.- Todos los discursos, todas las promesas y los esfuerzos del gobierno por devolver la seguridad a sus ciudadanos se estrellan en su propia realidad: no puede –o, quizá, no quiere- cubrir siquiera los magros salarios de sus fuerzas de seguridad, y hoy los policías entraron en paro.
Por horas enteras, cuatro patrullas y ocho uniformados para vigilar la capital de una entidad en la que se libra la más fuerte batalla contra la delincuencia que jamás haya enfrentado algún gobierno michoacano.
En la capital, de plano, la seguridad queda en manos del Ejército, la Marina y una Policía Federal cuyas fuerzas se dispersan en la entidad conforme se encienden los focos rojos en Tierra Caliente, en la Sierra, en la Costa, en el Bajío…
En la sede de los poderes del Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo, el gobierno sencillamente no existe. Ahí están los funcionarios, los vemos y los oímos agradecer “la voluntad del señor presidente”, pero no hacen nada; cobran, hablan y se mueven pero parecen inmateriales, como hologramas. Sólo sabemos que son reales cuando nos enteramos de que robaron cantidades inimaginables de dinero público
En toda la entidad se reproducen diariamente enfrentamientos, ejecuciones, secuestros y la capacidad del Estado para controlar el caos se reduce a un dato dramáticamente contundente: una patrulla y dos policías para garantizar la seguridad de cada 250 mil habitantes.
Más allá de las palabras, esa es la realidad del verdadero compromiso del gobierno estatal en la lucha contra la delincuencia: ni siquiera puede pagar o gestionar el pago para sus policías.