Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Legalizar marihuana recreativa: caballo de Troya para otras drogas
Para quienes están a favor de que se legalice el uso recreacional –no sólo médico—de la marihuana, deberían observar y analizar lo que sucede en Estados Unidos, principalmente en Colorado, donde en los años 60 del siglo pasado la yerba era parte de una moda que identificaba a los hippies, pero ahora, más de 50 años después, es la plataforma de una pujante industria basada en la también conocida cannabis. Y como vecinos del país que registra el mayor consumo de drogas en el mundo, el fenómeno empieza a tener sus consecuencias para México.
Ana Lourdes Cárdenas, autora de Marihuana. El viaje a la legalización y Alejandro Hope, analista político especializado en temas como narcotráfico y crimen organizado, dan cuenta de las repercusiones y advertencias de lo que sucede con los gringos que, de 50 estados, 4 de ellos han legalizado el uso de la marihuana recreativa y 23 el de la marihuana medicinal. Cabe señalar que, en las próximas elecciones de este año, algunas entidades de ese país someterán a votación ampliar la legalización de la droga que tradicionalmente les han surtido los cultivadores mexicanos.
Resulta que Colorado fue el primer estado que legalizó totalmente la marihuana a partir de 2014. Luego se le sumaron Washington, Oregón y California, lo que significa que ahí se produce, distribuye y comercializa la planta, lo que, aún de manera débil, ha provocado que el negocio mexicano vaya a la baja al disminuir el precio y el tráfico hacia ese país. Los productores de Sinaloa han visto desplomarse el precio en los últimos 4 años de 100 a 30 pesos el kilogramo.
Pero eso no es lo preocupante, pues tal parece que la mentada legalización sea sólo el gancho, el Caballo de Troya para que en los Estados Unidos se eleve el consumo de otras drogas más potentes y peligrosas. Sucede que los cárteles siempre buscan alternativas cuando pierden un negocio, que tratan de recuperarse y son culpables hoy de que en la nación de Obama exista una epidemia muy grande por el consumo de metanfetaminas y de heroína. Para Lourdes Cárdenas, entre otros muchos hechos, eso prueba que legalizar el uso recreativo del cannabis únicamente empeora los problemas y eso es un aviso para que en México no se hagan las cosas a la carrera.
Otra preocupación: Hay un problema muy grande con el uso de productos comestibles –relató la autora en la presentación del libro realizada en la Casa de la Cultura Elena Garro–, porque a partir de que se legaliza la marihuana en Colorado se decide que hay que hacer galletas, chocolates y demás con ella. De hecho, se elaboran caramelos, cápsulas, bebidas –como café–, lápices labiales, parches, cervezas, aromatizantes y cigarros. Al grado de que ha habido muchos casos de intoxicación y problemas con los niños que de por sí son golosos y algunos se la pasan “viajando”, pues las envolturas son muy similares a los dulces comunes,
Y también –ha constatado Lourdes Cárdenas—en Colorado hay el problema de cómo controlar el consumo entre los adolescentes, porque si bien los menores de 21 años tienen prohibido visitar los dispensarios, siempre encuentran la forma de conseguirla. Un abuso más que se trata de controlar allá es que hasta para un dolor de cabeza se receta marihuana, cuando debe usarse con la gente que realmente está enferma de epilepsia, cáncer o VIH, por ejemplo.
Con antecedentes como el descrito, Alejandro Hope, especialista en el tema, ha considerado que la legalización de la marihuana en México no va a liquidar a los carteles. Dice que, de acuerdo con el mejor estudio en la materia, las ventas externas de la planta representan de 15 a 26 por ciento de los ingresos brutos por exportaciones de drogas ilegales en el país. El Instituto Mexicano de Competencia (IMCO) llegó a una estimación media de 33 % (como resultado de una caída del consumo de cocaína en Estados Unidos). Es un porcentaje importante –explica–, pero se refiere exclusivamente a los ingresos por contrabandear droga al país vecino. Si se consideran las demás fuentes de ingreso de las bandas criminales, como extorsión, secuestro, robo y otras, la proporción es bastante menor, probablemente más cercana a una cuarta o quinta parte que a un tercio del total. No es poca cosa eliminar 20 o 25 % de los ingresos de las bandas criminales, sostiene Hope, pero sin duda no es suficientes para mandarlas a la bancarrota.
Otro punto que desarrolla es que la legalización no va a terminar con la violencia, lo que no necesita mayor explicación. Quizá la disminuya tantito, pero seguro que no va a convertir a México en Noruega. Tampoco, agrega, va a vaciar las prisiones, porque si se estima que el 60 % de los reclusos en las prisiones federales está encarcelado por delitos contra la salud, de ese total 58.7 por ciento lo está por delitos relacionados con la marihuana, pero también enfrentan otros delitos y por ello no van a salir. Asimismo, la causa que nos ocupa no va a resolver los problemas del erario público. De acuerdo con encuestas, el mercado nacional marihuanero valdría 300 millones de dólares, y de esa cantidad por lo mucho se recaudarían mil millones de pesos, lo que en el momento del cálculo equivalía al presupuesto delegación Álvaro Obregón.
¿Y no se podría recaudar algo más por exportación de marihuana?, se pregunta Hope y él mismo responde: Pues tal vez, pero poner un impuesto a la exportación implica por definición abaratar aún más el producto en el mercado nacional ¿De veras querríamos eso? Y aun así, difícilmente se recaudaría mucho más: el mercado al menudeo de Estados Unidos vale hoy 30 mil millones de dólares. Post-legalización, con trabajo y llegará a la décima y buena parte va a ser surtido por la tremendamente eficiente agricultura comercial estadounidense.
En su análisis Alejandro Hope concluye: “El fin de la prohibición de la marihuana podría traer muchas cosas buenas (y algunas malas). En el neto, yo apostaría a que el efecto va a ser de signo positivo. Pero su impacto va a ser más bien moderado. No van a quebrar los cárteles ni se va a acabar la matazón. No se van a viciar las prisiones ni se van a llenar las arcas públicas. En todas esas dimensiones, probablemente la aguja se mueve en el sentido correcto, pero poquito.
“Entonces no hay que sobrevender, no hay que hacer promesas incumplidas, no hay que esperar efectos mágicos, no hay que sembrar la semilla de la desilusión posterior. En seis palabras, no hay que ser Vicente Fox”.