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Juego de ojos
A 54 años del asesinato de Rubén Jaramillo
Hace 54 años, el 23 de mayo de 1962, el luchador agrarista Rubén Jaramillo fue asesinado con casi toda su familia por parte del gobierno entonces encabezado por el mexiquense Adolfo López Mateos, lo que significó una represión más contra quienes se atreven a combatir los saqueos y explotación de terratenientes y fraccionadores, en este caso del estado de Morelos, donde ahora hacen lo mismo compañías mineras como la canadiense Silver Esperanza de México.
Su muerte fue un acto represivo de los que estamos acostumbrados, y como prueba está el desalojo de miles de maestros del Centro Histórico de la capital del país, por protestar contra la Reforma Educativa de otro mexiquense, Enrique Peña Nieto, que a toda costa busca impulsar al titular de la Secretaría de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer.
Rubén Jaramillo nació también –1900– en el Estado de México, en Real de Zacualpan, distrito de Sultepec, pero emigró a Morelos y a los 14 años se unió a las filas del general Emiliano Zapata. Tras la muerte del Caudillo –otra acción represiva— trabajó en la hacienda de Casasano. Se fue a laborar en ingenios de San Luis Potosí y fue trabajador petrolero en Tamaulipas.
A los 21 años, Rubén Jaramillo decidió asentarse en Tlalquitenango, Morelos, lugar en que organizó el Comité Provisional agrario y una Sociedad de Crédito Agrícola. Luchó contra los acaparadores e industrializadores de arroz. Apoyó la candidatura presidencial de Lázaro Cárdenas del Río, de quien fue compadre y al que convenció para construir el ingenio Emiliano Zapata.
Cuentan que su primera esposa, Epifanía Ramírez, le enseñó a leer y a escribir e influyó para que fuera un pastor protestante, que siempre cargaba la Biblia y una pistola. No obstante, Rubén Jaramillo también fue miembro del Partido Comunista Mexicano. Fundó lo que hoy se conoce como la Unión Nacional de Productores de Caña, fue delegado de la Confederación Nacional Campesina, dos veces aspirante a gobernador de Morelos y uno de los creadores del Banco Ejidal, que ahora se conoce como Financiera Rural.
Sin embargo, Rubén Jaramillo actuó la mayor parte de su vida en la clandestinidad. Por defender a los campesinos fue perseguido por el Ejército y, como fiel zapatista, proclamó en febrero de 1943 el Plan de Cerro Prieto, con el que enriqueció el Plan de Ayala. Combatió en la sierra, fue amnistiado por Manuel Ávila Camacho, pero volvió a la guerrilla en protesta a la explotación de cañeros y en defensa de las tierras robadas por los fraccionadores, que habían sustituido a los hacendados. Rubén Jaramillo fue solidario con las luchas de mujeres, maestros y ferrocarrileros e inspiró a Genaro Vázquez y a Lucio Cabañas, quienes continuaron la lucha en defensa de los pobres y también, cada uno en su momento, fueron perseguidos por el Ejército y asesinados.
El 23 de mayo –un día como hoy– de 1962, Rubén Jaramillo fue secuestrado junto con su segunda esposa Epifanía Zúñiga García, que estaba embarazada, y sus hijos Enrique, Ricardo y Filemón. Todos fueron llevados en carros militares a las ruinas de Xochicalco y horas después acribillados con armas del Ejercito mexicano. Carlos Fuentes relató los hechos:
“Los bajan a empujones, Jaramillo no se contiene: es un león de campo, este hombre de rostro surcado, bigote gris, ojos brillantes y maliciosos, boca firme, sombrero de petate, chamarra de mezclilla, se arroja contra la partida de asesinos; defiende a su mujer, a sus hijos, al niño por nacer; a culatazos lo derrumban, le saltan un ojo. Disparan las subametralladoras Thompson. Epifanía se arroja contra los asesinos; le desgarran el rebozo, el vestido, la tiran sobre las piedras. Filemón los injuria; vuelven a disparar las subametralladoras y Filemón se dobla, cae junto a su madre encinta, sobre las piedras, aún vivo, le abren la boca, toman puños de tierra, le separan los dientes, le llenan la boca de tierra entre carcajadas. Ahora todo es más rápido: caen Ricardo y Enrique también acribillados; las subametralladoras escupen sobre los cinco cuerpos. La partida espera el fin de los estertores. Se prolongan. Se acercan con las pistolas en la mano a las frentes de la mujer y los cuatro hombres. Disparan el tiro de gracia. Otra vez en silencio en Xochicalco”.
Hoy, la lucha sigue en Morelos. Sólo que ahora los hacendados, los dueños de ingenios y los fraccionadores han sido substituidos por granes y poderosas compañías mineras trasnacionales, como la canadiense que se hace llamar Silver Esperanza de México. Cabe señalar que, junto con otras corporaciones, las mineras extranjeras han logrado que el gobierno federal les otorgue concesiones de poco más de 60 millones de hectáreas para extraer oro, plata y cobre del suelo mexicano.
A su paso, constatan los pobladores, sólo dejan contaminación y muerte. Entre tanto, la lucha de Rubén Jaramillo sigue. Dicen que muchos de los simpatizantes jaramillistas están buscando vengarse de las bandas del crimen organizado que han generado una gran inseguridad en las comunidades, llevan a cabo secuestros y cobran el “derecho de piso”.