Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
MÉXICO, DF, 1 de marzo del 2015.-“Si hasta parece que estoy en La Habana, cuando bailando veo a una mexicana. No hay que olvidar que México y La Habana, son dos ciudades que son como hermanas para reír y cantar”.
Así lo decía en los años 40 el cantante cubano Beny More. México y Cuba son países que se distinguen por la musicalidad de su gente como parte importante de su vida. Incluso mucha de la música que es popular en México, provienen de ‘La Isla’ y sus influencias africana, española e indígena.
Aunque a nivel formativo, las realidades de los dos países son opuestas, pues en Cuba la enseñanza de las artes es crucial en la educación y en México apenas es considerada apenas un poco más que una actividad lúdica. De estas realidades y de la relevancia que tiene la música en la vida emocional de la gente, dice en entrevista con Quadratín México la profesora Digna Guerra, directora del Coro Nacional de Cuba, uno de los ensambles vocales más importantes del mundo.
“Los movimientos corales más antiguos están en Europa, con una tradición que viene de siglos. Su influencia se ha regado por el mundo entero. En el caso nuestro, nace después de la Revolución (1959), cuando coge un auge a través de un gran movimiento de aficionados de todo tipo: escuelas primarias, secundarias, universitarios, centros laborales, en las fábricas, en cada esquina había un coro”, dice la directora con el típico acento caribeño que acentúa las vocales e intercambia la ‘r’ por la ‘l’.
“Gracias a esto”, continúa, “hoy tenemos 27 coros profesionales porque el Estado cubano apoya extraordinariamente a la cultura. Creó la Escuela Nacional de Arte, en La Habana, que abarcaba: música, teatro, danza, artes plásticas y después todo eso irradió hacia las provincias, donde actualmente hay por lo menos una escuela en cada nivel, hasta el Instituto Superior de Arte, fundado en 1976, con filiales en todo el país.
Amable y sencilla, agrega: “La enseñanza artística en Cuba es sólida. Salen músicos profesionales, para conciertos, música popular…, plagadas de graduados de las Escuelas de Arte. En el caso de los coros igual. Cada provincia tiene más de un grupo profesional, pagado por el Estado, de un altísimo nivel, y un montón de coros aficionados”.
La maestra Guerra, toda una institución en su país, es reconocida a nivel internacional. Nacida en 1945, es de baja estatura, y con una sonrisa de quinceañera, ojos brillantes y cabello negro azabache. Su formación profesional es uno de los éxitos de la Cuba comunista, aunque confiesa que toca el piano desde los cuatro años:
“Estudié piano en el Conservatorio de La Habana, y también para directora de coros. Dirigí los coros de La Radio y la Ópera. Después continué mis estudios en ambas carreras en Alemania y regresé a Cuba donde me convertí en directora del Coro Nacional desde 1975 y del coro Entrevoces en 1981, (que es la agrupación de cámara del Coro Nacional y uno de los más distinguidos en el orbe).”
El modelo en México y el desinterés del Estado
A pesar de las afinidades sociales y culturales entre Cuba y México, la descripción que hizo la profesora Digna del modelo educativo cubano en cuestiones artísticas, dista mucho de lo que se hace en México, donde según su parecer, hay una gran falta de organización entre los músicos e indiferencia del Gobierno por fomentar este aprendizaje.
“Pertenecer a un coro aporta al trabajo social, es aglutinador, formador de valores. También permite adquirir cultura a través de los repertorios y ésta se proyecta hacia la comunidad. Crean bienes espirituales para el pueblo.
“Cuando estás en un grupo eres una parte. No eres el centro del mundo y piensas en colectivo, tienes que integrarte al sonido con las personas que tienes alrededor. Eso resuelve la lucha de los egos y otros vicios humanos que hacen mucho daño en cualquier nivel que aparezcan”, destaca.
“Aquí en México hay un movimiento que existe”, afirma la profesora y se cruza de brazos porque considera que lamentablemente “tiene restricciones, carece de una vía expedita de acceso. Aunque hay gente joven interesada en su difusión, que trabaja con niños y jóvenes a quienes les siembran la semilla sobre la importancia de participar en un coro. Pero tienen que unirse para incrementar la actividad en el país”.
La directora del Coro Nacional de Cuba viaja recurrentemente a nuestro país para asesorar a estas agrupaciones y transmitir sus conocimientos en dirección coral, con sus colegas mexicanos. En este viaje ha trabajado con los coros del proyecto Esperanza Azteca, así como con el coro Alter Voce, ambos en la ciudad de México, así como para gestionar presentaciones de su coro, Entrevoces, en la ciudad de Mérida, para el mes de octubre.
“Los directores deben dejarse de parcelas, de feudalismos. Deben abrir sus grupos e integrarse entre ellos para discutir sus problemas y aporten cosas a la vida general coral del país. No a mi coro, sino al movimiento en general y seguir generando agrupaciones”, dice la profesora.
“Pero también el Estado juega un papel determinante, porque ahora mismo, una muchacha me explicó que ensaya con su coro en la banqueta, porque no tienen otro lugar y esto da mala imagen al país. Los gobiernos de los estados tienen que participar de esta vida cultural y apoyar como sea, porque es el hombre del mañana el que se está formando.
Además compara la actividad coral en su país, con México: “En Cuba tenemos todas las posibilidades. Además la enseñanza está abierta y tiene logros. La gente sale preparada. Siempre tendrán un espacio para desarrollarse en lo que se formó. Donde yo me muevo, no palpo envidias profesionales, pero en México por eso hay esa competencia feroz por un puesto y la única forma de combatirlo es con una asociación de directores”.
Luego de una longeva y exitosa trayectoria, la profesora destaca qué cosas son las que en su carrera musical le han resultado más satisfactorias. Y rememora:
“El coro y la música son vida y dadores de vida. A mis coralistas les digo: ustedes son mi oxígeno,y cuando ensayamos intercambiamos toda una serie de emociones, eso fortalece mucho y cura cualquier cosa. Además está la satisfacción de sentir la reacción con el público, hemos vivido momentos de verdad emocionantes a través de la música. Me encanta el piano, lo sigo tocando.
Acompañé a un montón de músicos, instrumentistas, cantantes y agradezco mucho a la vida que me haya dado esas experiencias. El trabajo coral es apasionante, muy humano, estás con las personas que tienes delante.
“El atril no es un impedimento como es con la orquesta. El cantante recibe ese mensaje de manera más directa. Tú tienes que tocar las fibras y el corazón del grupo y por eso es que sigo en coro y al final me quedaré ahí”, recuerda.
Además su trayectoria internacional ha permitido que el Coro Nacional de Cuba y Entrevoces sean referentes a nivel mundial:
“Hemos ido a algunos concursos internacionales muy importantes. El primero fue en Tolosa, en el País Vasco y ganamos todos los premios allá, el de la prensa, el del público. Recuerdo el último, en Mar Oberndorf, Alemania, donde también ganamos ocho premios en el que es el concurso más difícil de Europa. Fue bien emocionante, con fuertes las emociones que vivimos allí, fue maravilloso”, presume, orgullosa.
En cuanto a sus gustos personales, la profesora Digna opta por autores de diveras etapas de la música clásica: Claudio Monteverdi, en el Renacimiento, Johann Sebastian Bach, Johannes Brahms, Robert Schumann, Felix Mendelssohn, Amadeus Mozart, aunque se dice admiradora de la calidad interpretativa de ‘La Voz’, Frank Sinatra, mientras ríe en busca de complicidad y destaca “su sensibilidad refinada y una dicción impecable”.
Sin embargo hay algo que ocupa un espacio mucho mayor en su corazón: el aplauso, del que define como: “la forma en la que el público agradece y es más o menos enfático en la medida que hayamos podido tocar la fibra más sensible y honda del espectador. Ése es nuestro objetivo provocar en él las sensaciones que tenemos nosotros al mandar ese mensaje. Cuando lo logramos, salen plenos porque es algo que les aportó a su espíritu”, concluye.