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MÉXICO, DF, 19 de mayo del 2015.- Camila Vivian Alonso, alumna de Diseño Industrial de la Universidad Iberoamericana, diseñó juegos de parque para niños en sillas de ruedas, que propiciarían la integración de la gente con discapacidad motriz en las áreas públicas de cualquier ciudad y crearán conciencia sobre la discapacidad entre quienes no la tienen, informó esta casa de estudios en un comunicado.
La idea de este proyecto surgió en Camila cuando se dio cuenta de que los niños con discapacidad motriz padecen un problema: no pueden jugar con otros pequeños en los parques públicos, situación que los mantiene marginados de su grupo de edad y les impide disfrutar de un ambiente saludable al aire libre, pues en México se carece de parques recreativos para niños en sillas de ruedas.
Ante esta situación la estudiante empleó el concepto del diseño universal, el cual consiste en diseñar no para el usuario promedio, sino para la mayor cantidad de personas, para darle a todos la oportunidad de disfrutar la experiencia de utilizar un producto. De tal suerte los objetos creados con un esquema de diseño universal pueden ser usados desde la persona más pequeña a la más alta, la más delgada a la más obesa, la más joven a la de mayor edad, categorías a las que Camila añadió a la gente que usa silla de ruedas.
Con las anteriores premisas Vivian diseñó: un pasamanos, cuya entrada es lo suficientemente amplia para que ingrese la silla de ruedas, y su altura es baja para que el niño pueda alcanzar a sostenerse con sus manos; una resbaladilla, carente de escaleras y dotada de rampas por toda su circunferencia para que sus usuarios puedan subir y bajar por ella; un camino, lleno de diferentes texturas que hacen rebotar a la silla para simular la sensación de ‘traqueteo’ que se percibe en los carritos de las montañas rusas cuando estos van ascendiendo a la parte más alta.
Un sube y baja, con el espacio necesario para que quepa una silla de ruedas y con forma de cuenca para que durante el movimiento no tenga el riesgo de salirse o voltearse, y al que se pueden subir varios niños en un mismo lado para equiparar el peso al de la silla de ruedas; un columpio, cuya base es parecida a la del sube y baja para evitar que la silla ruede durante el movimiento del juego; y una banca, para que los niños en sillas de ruedas y las personas que no usan éstas se puedan sentar a la para platicar, comer o iniciar un juego de mesa.
Juegos educativos e inclusivos
Sobre las virtudes de los juegos, a los que integralmente llamó Jugar es Aprender (JEA), su diseñadora mencionó varias. Una de ellas es que se les puede incluir información académica ligada al propio juego, para brindar a los niños diversos conocimientos. Por ejemplo, las paredes laterales del columpio se pueden ilustrar con un transportador, para que se pueda ver a cuántos grados se inclina el usuario; con el pasamanos se pueden explicar los meridianos; en el sube y baja enseñar cuestiones relativas al peso; y si el camino se decora con un mapamundi se puede estudiar geografía.
Los juegos también tienen una utilidad en la terapia física, principalmente el pasamanos, pues en éste los niños tienen que sostenerse y moverse con manos y brazos, lo que les ayuda a fortalecer la parte superior de sus cuerpos.
En el aspecto psicosocial, los niños con discapacidad motriz pueden convivir con otros que no usan sillas de ruedas, lo que evitaría problemas de segregación y bullying. Y por el contrario, los juegos propician la inclusión de las personas con discapacidad y crean conciencia sobre la invalidez en quienes no la tienen.
Al ser juegos adaptados a usuarios en sillas de ruedas y personas sin discapacidad, permiten la convivencia entre padres e hijos, y entre niños con discapacidad y sin ella, que se integran al poder hacer las mismas cosas, como subirse al pasamanos, al sube y baja o al columpio, lo que ayuda a mejorar la autoestima del primer tipo de niños.