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Teléfono rojo
Hace unos días, la Contraloría General tomó por asalto los relojes checadores de la delegación Iztacalco.
Los «aviadores» y aquellos empleados que pagan porque les sean selladas sus tarjetas de entradas y salidas, fueron de inmediato avisados de que debían presentarse.
Nos cuentan que esto es parte del Programa del Combate a la Corrupción que este año anunció el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
Esa inspección forma parte del análisis que se hace para hacer el cambio de los relojes checadores a otros aparatos que requieren el uso de la huella dactilar para mostrar la presencia de los servidores públicos en sus áreas de trabajo.
Lo que si no supieron decirnos los Ecos Capitalinos, es el por qué el Gobierno decidió comenzar por esa delegación para verificar, desde este mes y hasta fin de año, que los empleados cumplan, por lo menos, con su presencia.
Morenos preocupados
Quienes han comenzado a preocuparse por el comportamiento de Ricardo Monreal, jefe delegacional en Cuauhtémoc, son algunos de sus correligionarios, pues piensan que de seguir así, el zacatecano pronto caerá en el descrédito.
Monreal ha sabido posicionarse, como ningún otro jefe delegacional, en los medios de información, pero eso no significa que le vaya a ser redituable.
Su trabajo frente a la demarcación más importante del Distrito Federal, no es lo que ha sido resaltado, sino el que es acosado por grupos de intereses oscuros que, por las buenas o las malas, quieren hacerlo caer en actos de corrupción, según él.
Pero al cometer garrafales errores, como manipular con las manos el millón y medio de pesos que, dice, le fue dejado con su secretaria, y luego ingresarlo a la Tesorería sin entregarlo al Ministerio Público, como prueba de delito, son hechos que se le podrían voltear y desgastar su figura.