Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de marzo de 2016.- En nuestra galaxia deambulan miles de millones de estrellas, objetos astronómicos que brillan con luz propia y nacen en medio de nebulosas, conglomeraciones de gas y polvo con diversas formas que vagan por el espacio.
Aunque algunas de ellas son estrellas solas, más de 70 por ciento coexiste en pareja, es decir, giran una alrededor de la otra, con un centro de masa común, ya sea por un periodo de horas, días, décadas, y hasta cientos de años, explicó Juan Echevarría, investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM a través de un comunicado.
“Su existencia ha despertado la imaginación humana, acostumbrada a la presencia de un lucero solitario como el Sol”, añadió. Aunque a simple vista algunos astros parecen estar muy próximos entre sí, sólo mediante la observación con telescopios puede afirmarse si realmente forman un sistema binario.
Hechiceras dobles
“Estas hechiceras estrellas dobles, parejas graciosas y espléndidas, giran unas alrededor de otras como en un vals lento en el seno de la inmensidad estrellada, juntando sus fuegos multicolores”, dijo Echeverría al parafrasear al astrónomo francés Camille Flammarion.
Un criterio básico para clasificarlas es dividirlas en dos grupos: binarias separadas y las interactivas. El primero se caracteriza porque aunque sus componentes están ligados por la fuerza de la gravitación, la distancia entre ellas es suficientemente grande para que no ocurra un intercambio de materia, una interacción física importante.
En el segundo, las componentes están tan cercanas que hay un intercambio de materia y, adicionalmente, una interacción de su radiación luminosa, que afecta su comportamiento. De acuerdo con el investigador, este hecho altera la evolución estelar de cada una de ellas.
Características
Clasificaciones más detalladas las describen con criterios específicos, por ejemplo, de acuerdo a su observación visual, fotométrica o espectroscópica. De esta manera, se han catalogado sistemas en: dobles aparentes, visuales, sistemas astrométricos, espectroscópicos, fotométricos eclipsantes e interferométricos, entre otros.
Las binarias aparentes son astros dobles visuales, es decir, que en el cielo se ven muy próximos entre sí, pero no se encuentran a la misma distancia. Su cercanía es tan sólo un defecto de proyección.
Las visuales son parejas que se observan muy cercanas, que no sólo se encuentran a la misma distancia, sino que también están “amarradas” por la fuerza de gravitación entre ellas. Es decir, ambas giran alrededor de un centro de masa común.
Vistas al telescopio, las astrométricas parecen ser una sola, pero su naturaleza doble se puede inferir debido a que su movimiento oscilatorio en el cielo revela que la visible está acompañada por otra que no puede verse. Ambas giran alrededor de un centro de masa común; un ejemplo es Sirio.
Si un sistema binario no se puede resolver de manera óptica al observarlo en el telescopio, su naturaleza binaria puede mostrarse en su espectro. Así, en el caso de las binarias espectroscópicas se contempla de forma clara la sobreimposición de dos espectros distintos, cuyas líneas varían en velocidad radial con la misma periodicidad, y su movimiento está fuera de fase por medio periodo.
Las binarias espectrales son sistemas no resueltos, como el ejemplo anterior; pero en este caso los rasgos espectrales de una, o ambas, son visibles y muestran variaciones periódicas de velocidad radial.
En cuanto a las fotométricas eclipsantes, se pueden ver si el plano de rotación binario es cercano al plano del observador; entonces cada una puede eclipsar la luz de la otra de manera periódica.
Al usar la técnica de interferometría se han detectado luceros dobles llamados binarias interferométricas, cuya resolución angular es muy pequeña; al telescopio se miran separadas aproximadamente por un segundo arco o menos, y no se distinguen visualmente.
Cuanto más grande es el telescopio, mayor es su capacidad de revelar detalles más finos o, en el caso de las dobles, de separarlas visualmente. Un ejemplo es Mizar, que conforma la constelación de la Osa Mayor, junto a Alcor, con la que forman una binaria. Ambas tienen un movimiento propio similar, que apunta hacia un sistema ligado gravitacionalmente, pero están a una distancia de tres años luz una de la otra.
El estudio de los sistemas binarios se enmarca dentro de los campos de las astronomías estelar y dinámica. Podríamos afirmar que estas disciplinas son fundamentales para entender su constitución, la distribución de sus masas y tamaños en términos de temperatura en su superficie, formación como objetos luminosos, así como evolución de cada una a lo largo de su vida, finalizó.