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MÉXICO, DF., 11 de octubre de 2014.- Cada vez resulta más común en México escuchar que familiares de personas desaparecidas o asesinadas, solicitan la inmediata intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que sea éste quien lleve a cabo la identificación de cuerpos localizados. Lo anterior, como resultado de la desconfianza ciudadana por el trabajo que realizan las autoridades mexicanas al respecto.
Ejemplo de lo anterior, ha sido la reciente solicitud hecha por familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, quienes acompañados por abogados de esa escuela, y de organizaciones no gubernamentales, solicitaron la intervención del cuerpo forense argentino, motivo por el cual este grupo se encuentra desde el pasado domingo 5 de octubre en el estado de Guerrero.
Y de acuerdo a la denuncia del pasado 8 de octubre hecha por el estudiante normalista Omar García, y por Maribel González, abogada del Centro de Derechos Humanos Tlachinolla, el Ministerio Público de Guerrero “ha entorpecido”, el trabajo del equipo argentino.
Pero ¿cuál puede ser el motivo principal por el cual el Equipo Argentino de Antropología Forense, ha sido solicitado para participar en la identificación de cadáveres, en varios de los actos de barbarie funestos registrados en países de América, Asia, África y Europa, desde 1986 a la fecha?
La respuesta es simple: generalmente en la gran mayoría de las naciones del mundo, los expertos forenses son parte del equipo de trabajo de la policía, o del sistema judicial de un país, por lo cual los resultados de las investigaciones siempre se verán limitadas, sesgadas. Es por ello que este equipo se ha convertido en una propuesta científica alternativa. A ellos se debe la localización e identificación del cuerpo de Ernesto Ché Guevara y de los de otros guerrilleros en Bolivia (1995-1997)
Argentina, Angola, Bolivia, Bosnia, Brasil, Chile, Colombia, Croacia, República Democrática del Congo, Timor Oriental, El Salvador, Etiopía, Polinesia Francesa, Guatemala, Haití, Honduras, Indonesia, Kurdistan Iraquí, Kosovo, Costa de Marfil, México, Panamá, Paraguay, Perú, Filipinas, Rumania, Sierra Leona, Sudáfrica, Uruguay, Venezuela y Zimbabwe, son las naciones en las que han intervenido de 1986 a la fecha.
II Jóvenes universitarios
Laila Guerreiro, reconocida periodista argentina, quien en 2010 recibiera el Premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, por su crónica “El rastro en los huesos”, describiría a la perfección la conformación de este equipo de especialistas forenses, en 1984, cuando sus integrantes eran apenas estudiantes universitarios, y cómo con el arribo del antropólogo forense estadounidense Clyde Snow, a la Argentina post dictatorial, cambiaría el rumbo de sus vidas para siempre.
Entre 1976 y diciembre de 1983 –relata Guerreiro–, la dictadura militar en Argentina secuestró y ejecutó a miles, y los enterró en cementerios y tumbas clandestinas. En mayo de 1984, ya en democracia, la organización Abuelas de Plaza de Mayo convocó a la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia llegaron al país. Entre ellos llegó un antropólogo forense especialista en identificación de restos óseos: Clyde Snow, quien tenía su prestigio: había identificado los restos de Josef Mengele en Brasil.
Snow dio una conferencia sobre ciencias forenses y desaparecidos en la ciudad de La Plata, y la traductora, abrumada por los términos técnicos, renunció a la mitad. Entonces Morris Tidball Binz, de 26 años, estudiante de medicina y con un inglés perfecto, dijo: “yo puedo, sé inglés”.
Siempre de acuerdo con el relato de Guerreiro, en junio, al exhumar siete cuerpos, Snow supo que necesitaría ayuda y envió una carta al Colegio de Graduados en Antropología solicitando colaboración. No tuvo respuesta. Tidball Binz le dijo: “Yo tengo unos amigos”.
Mandó el mensaje: “Hay un gringo que busca gente para exhumar restos de desaparecidos”
−Yo estoy habituada a desenterrar guanacos, no personas, le respondió Patricia Bernardi, estudiante de antropología.
—A mí los cementerios no me gustan, aseveró Luis Fondebrider, estudiante de primer año de antropología.
—Yo nunca hice una exhumación, le dijo Mercedes Doretti, estudiante avanzada de antropología, y fotógrafa.
No perdían nada si lo escuchaban y el 14 de junio de1984, Patricia Bernardi, Mercedes Doretti, Luis Fondebrider y Douglas Cairns se reunieron con Snow y Tidball Binz en el HotelContinental de Buenos Aires.
El país estaba muy inestable y pensaron: “Si acá vuelve a pasar algo, este gringo se va a su país, pero nosotros nos tenemos que quedar”.
Se despidieron de Snow con la promesa de pensarlo y darle una respuesta. Snow les dijo que el trabajo sería sucio y deprimente y que además no habría dinero.
Creyó que declinarían la oferta, pero al día siguiente aceptaron.
III Identificar cuerpos y restituirlos a familiares
El Equipo Argentino de Antropología Forense está conformado por 13 miembros con distintas especialidades: arqueología, antropología física, antropología social, computación y derecho.
Su objetivo principal, de acuerdo a su página web, se centra en “recuperar e identificar los restos de víctimas de violaciones a los derechos humanos, restituirlos a sus familiares y brindar a la justicia y comisiones investigadoras los resultados del trabajo forense”.
A diferencia de otros cuerpos forenses que se coordinan principalmente con gobierno y autoridades de los países a los que apoyan, el Equipo Argentino de Antropología Forense trabaja “en estrecha colaboración con testigos y familiares de las víctimas”.
Esto con el propósito de cuando finalmente se logren recuperar los restos de sus seres queridos desaparecidos, “puedan cumplir con los ritos funerarios y el duelo a sus muertos según cada cultura o religión”.
Otros de los objetivos principales del EAAF es el aplicar las ciencias forenses a la investigación y documentación de violaciones a los derechos humanos, así como el proveer de evidencias en procesos penales nacionales, comisiones especiales de investigación, así como a tribunales internacionales.
Además de colaborar en el entrenamiento de nuevos equipos de otros países donde las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos sean necesarias.