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MÉXICO D.F., 31 de julio del 2014.- El arte transforma y eso lo sabe Eduardo Calderón Castillo, profesor de teatro que en Reynosa, Tamaulipas, se vale de esa disciplina artística para evitar que niños y jóvenes caigan en las redes del crimen organizado.
“El arte genera empatía en los niños, los enseña a respetarse y no caer en conductas como el bullying. El arte es un medio transformador para la cohesión social”, afirma.
Previo a su participación en el primer Congreso Internacional de Educación Artística Vivarte, el docente charla con Quadratín México sobre la dramática realidad de la sociedad tamaulipeca, donde los jóvenes se dedican al ‘halconeo’ y su respuesta ante la pregunta de si temen por su vida es “de algo me tengo que morir”.
“Hemos recogido testimonios terribles. A los niños ya les parece normal la situación y no tendríamos que acostumbrarnos a una guerra que no pedimos. Lo importante es darles opciones.
Esta inmediatez del dinero que da el narcotráfico es lo que ha corrompido a tantos niños y jóvenes, que han perdido el valor de la vida y el sentido de pertenencia; eso es lo que queremos rescatar”, afirma.
Profesor dentro del Programa Nacional de Escuelas de Iniciación Artística asociadas al INBA, Calderón Castillo ha trabajado cerca de tres años con niños de 7 a 12 años de edad que han sufrido violencia y compilado testimonios, documentales y dibujos “donde los niños manifiestan su temor y la zozobra con la que todos los días se levantan”.
En ese sentido, los talleres que llevan a cabo cumplen dos funciones: por un lado, son una válvula de escape, una catarsis ante lo crítico de la situación en la entidad; y por otro, busca canalizar la energía e interés de niños y jóvenes en el arte y alejarlos de las filas de la delincuencia organizada.
El también director de un grupo de teatro universitario denuncia que las autoridades “tratan de maquillar y decir que no pasa nada, y no es así, sí pasa”.
Con el proyecto, asegura, “hemos recuperado espacios públicos y tenido resultados: algunos niños han llegado a estudiar en el Conservatorio o en la escuela de Danza, y aunque no se dediquen al arte profesionalmente, se trata de una actividad multiplicadora y el día de mañana inculcarán a sus hijos valores éticos, morales y de dignidad humana”.