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Fallece herido en tiroteo de Culiacán
IGUALA, Guerrero, 7 de octubre de 2014.- El ambiente en la ciudad de Iguala es tenso. Las miradas se cruzan y revisan al que parece extraño, las preguntas y las dobles identidades se acercan a quien es ajeno a la vida cotidiana de esta pequeña urbe, reciente escenario de asesinatos, enfrentamientos y fosas clandestinas.
La llegada de la Policía Federal y de la división de Gendarmería provocó el revoloteo de Halcones – informantes – al servicio del crimen organizado, quienes buscan de alguna u otra forma conseguir información del por qué su territorio es invadido por las fuerzas del orden y cuáles serán sus siguientes movimientos..
“¿Eres periodista?, ¿eres ministerial?, ¿vienes solo?, ¿dónde te hospedas?”, son las preguntas más recurrentes que lanzan estos personajes, interrogando a los extraños.
Los Halcones se camuflajean y se hacen pasar por lo que se pueda, desde reporteros hasta policías, vendedores de chicles, zapateros, eloteros, diableros, franeleros o simples civiles, pero no dejan de ser los ojos de aquellos que solamente dominan las acciones a base de violencia.
Llegar a la ciudad que se autodenomina como la creadora de la bandera nacional, según una vieja placa de cobre a la entrada de la localidad, es recibir el impacto de calor húmedo que dificulta la respiración, hace sudar y obliga al refugio de sombra de inmediato.
Las calles parecen normales, pero la gente sigue con la mirada a los fuereños. La amabilidad con ellos es contada y hasta les toman fotos o los graban. Todo por instrucciones, órdenes, de la banda de los ‘Guerreros Unidos’, que ha ganado terreno y expulsó, dicen, a su grupo antagónico –Los Rojos– en la venta droga.
La formación de la Policía Federal a las puertas del Palacio de Gobierno de Iguala, los recorridos de la Gendarmería y los agotados efectivos de la Fuerza Estatal provocaron la sorpresa de más de uno, más que un alivio.
“A ver si los policías no hacen que los malos se pongan locos. Ya verás que se vendrán enfrentamientos, venganzas y lo que se te ocurra”, es la perspectiva de un locatario de paletas que, sin miedo, dice lo que piensa.
El acoso
Estar entre reporteros no garantiza seguridad. Las preguntas siguen y el acercamiento continúa. Las preguntas exploratorias y las supuestas muestras de compañerismo de los informantes son tan creíbles que resultan fáciles de creer.
Sin embargo, las falsas credenciales de identificación y las excusas de no portar el material de trabajo obligan a desconfiar de su supuesta labor periodística.
“Vengo de la televisión de Taxco, pero fíjate que me mandaron sin cámara, no me la proporcionaron y sólo vengo a ver si me pueden echar la mano para grabar. Aquí está mi credencial para que no creas mal”, justificación un halcón, con cara de zorro, para socializar con los reporteros.
Al final del día, los informantes vuelven a cambiar de apariencia. Ahora andan en motonetas y se pasean, revisan locales y toman fotos. Ya no son periodistas y regresan a ser halcones, antes mimetizados. Son los contratados para ser los ojos del grupo que desapareció a 43 estudiantes normalistas.
Mañana, mañana será otro mañana.