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CIUDAD DE MÉXICO, 8 de marzo de 2016.- María Larriva Sahd, la primera controladora de tráfico aéreo en México; Elizabeth Abadie Vázquez, tercera mujer en este país en pilotear un avión. Ambas son nombres emblemáticos en el mundo de la aviación nacional, que se abrieron paso en un ambiente dominado por hombres.
“La de controlador aéreo no es una profesión en la que la gente dure muchos años, máximo 20; los niveles de estrés son muy altos y la gente acaba enfermando por el nivel de tensión que se maneja”, advierte María Larriva, convertida actualmente en asesora en asuntos de aviación.
Parte del entrenamiento que vivió fue precisamente para poder manejar esos niveles de tensión, generados también por la discriminación abierta o velada de la que son objeto todavía.
“El problema laboral empieza cuando los rebasas a ellos o estas compitiendo por un puesto con ellos”.
Elizabeth Abadie, la primera mujer piloto de Aeroméxico, será parte del festejo internacional con que esa aerolínea reconocerá este 8 de marzo, el trabajo de las mujeres de esa empresa.
El lunes partió rumbo a Narita, Japón, piloteando uno de los 10 vuelos a los cuatro puntos cardinales, tripulados solamente por mujeres.
Tres mujeres pilotos y sobre cargos que comandarán los vuelos a Madrid, Toronto, Guatemala, Nueva York, Lima… y más países como parte del anuncio que hoy hará esa empresa. En Aeroméxico son ya más de 30 mujeres pilotos aviadores y en Aeroméxico Connect otras 20, que han abierto el mundo de la aviación.
De cara al Día Internacional de la Mujer, ambas relatan a Rosa Náutica, agencia de noticias especializada en aviación, su paso por ese mundo intangible, vedado para el común de los mortales, de pequeños espacios donde se toman decisiones y los errores pueden resultar más que caros. Ambas vivieron algunas de esas experiencias.
Asignada en sus inicios a la plaza de Guadalajara por su nivel de calificaciones, Larriva admite que la primera oposición a su desarrollo fue de las esposas de los controladores, que se opusieron a su nombramiento.
Finalmente se fue a Monterrey, donde tiempo después fue nombrada Jefa de la Estación dentro de la Cuarta Región de Aeronáutica Civil.
Pero como para ascender hay que moverse, dice, regresó al Distrito Federal a la torre, como controladora auxiliar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Posteriormente estuvo en el Centro de Control, también en el DF y en 1985 ascendió a la categoría más alta, la de Controlador Radar Terminal México.
El AICM y los aeropuertos que tiene alrededor tienen el mayor grado de dificultad y volumen de operaciones del país. Por ello las categorías más altas están en la Ciudad de México. Implica trabajar en un lugar que siempre está saturado, donde el grado de dificultad es el mayor.
Como acotación al margen, advierte que el tema de la saturación del AICM tiene más de 30 años, desde que empezó a crecer la demanda de tráfico aéreo “y no toman decisiones. O toman decisiones y luego las cancelan”.
Después de retirarse como controladora aérea, hizo una especialidad sobre investigación de accidentes de aviación. Entre otros, participó como consultora privada en el análisis del accidente en el que perdió la vida el ex secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño Terrazo, durante el sexenio de Felipe Calderón.
Egresada de la Escuela de Controladores en 1976, Larriva advierte que “para que las cosas cambien para las mujeres, las mujeres tenemos que educar con otros criterios: ser equitativas y tratar por igual. En mi caso, la primera oposición a que una mujer fuera Controladora Aérea fue de las esposas de los pilotos, no de ellos”.
Elizabeth Abadie, a su vez se abrió paso en un ambiente “rudo”, en el que hay que aplicarse. Pero siempre tuvo el apoyo de su familia. Forma parte de una estirpe de aviadores: su papá, Héctor Abadie, uno de los fundadores de Mexicana de Aviación; sus hermanos Jorge, que tuvo que emigrar a Qatar tras el conflicto de Mexicana, Carlos y Andrés.
El nivel de estrés existe, pero hombres y mujeres nos comportamos igual. Para eso uno se entrena.
“Siempre he dicho que ni todas las mujeres pueden, ni todos los hombres. Así como hay hombres brillantes, también hay mujeres brillantes”.
Cursó su carrera en la Escuela de Aviación México. No tuvo que salir del país para tomar cursos especiales. Concursó para entrar a Aeroméxico, obtuvo un espacio y entró con sus 180 horas de vuelo y recuerda con emoción su primer vuelo comercial con 100 pasajeros a bordo.
“Cuando entré a Aeroméxico me sentía realizada. Sientes nervios, pero hay mucha alegría, mucha emoción. Nunca hubo miedo. Miedo, si acaso, a no hacer bien las cosas, preocupación de que no se te vaya a olvidar nada”.
El momento más tenso de su vida fue el despiste de un vuelo en Monterrey, que aterrizó justo después que ella. “Sí fue como un balde de agua fría, pensando cuál fue la diferencia”.