Corrupción: un país de cínicos
Renunció a su cargo el encargado del agua del país. Confesó haber utilizado una nave sin permiso oficial. Fue un ardid del gobierno para deshacerse de alguien inútil. Una distracción para tanto error de juventud. O qué. Todos sabemos quién ha sido este ex funcionario desde su alcaldía en el Estado de México, pero, la verdad, ¿Se pierde a un técnico, y tres de años de trabajo hidráulico?, o simplemente se le tendió una trampa para decirle hasta pronto. Porque si se trata de castigar a quienes utilizan las naves del país, pues hay otros que hasta a su familia llevan más lejos. Y ni les llaman la atención ¿o, no?
Pero qué importa eso. Vayamos a mejores asuntos. Como el siguiente relacionado con la juventud y su antónimo:
Mañana, claro, es la única utopía. Diría con sapiencia José Saramago, al confesar que “frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!
Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada con ansia de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta! Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
José Saramago, premio Nobel de Literatura en 1998.