Para Contar
Una historia sin fin
La templanza de doña Bertha Fernández Jiménez al aceptar encargarse de la crianza de dos niñas, primero una y tiempo más tarde la otra, que recibió como espléndido regalo de dos madres desconocidas, nos demuestra “que la vida se acaba cuando dejas de soñar. La esperanza cuando dejas de crecer. Y el amor cuando dejas de cuidarlo”.
Periodista por muchos años encontró a su amigo y colega. Con entusiasmo nos refirió parte de su vida.
Una historia sin fin, que vale la pena darla a conocer: por supuesto que es una virtud criar hijos sin concebirlos. Menos adoptarlos. Aceptarlos en regalo, con el amor de alguien que lo ve como un milagro. A los pocos minutos de haber sido dados a luz.
Así sus dos pedacitos de cielo que aceptó, sin más, ya son dos hermosas jovencitas, mayores de edad, con título profesional y exponentes de inteligencia. Y cultura Gracias a la escritora que no se cansa todos los días, en cada momento, de bendecirlas.
Pero sobre todo cuando sus hijas son conscientes de su origen, y de quién se convirtió en su Providencia, cuando eran un pedacito de corazón. Que les brindó el suyo para mantenerlas vivas con amor e infinita ternura. Desde su primer llanto.
Los milagros no ocurren cuando lloras. Los milagros suceden cuando crees, me decía con frecuencia mi esposa Bety. Amiga de ella.
Nos atrevemos a platicarlo con eterno respeto, reverencia y gran admiración hacia doña Bertha Fernández Jiménez.
Así me lo confió ella luego de que el 24 de septiembre último el licenciado Raúl Gómez Espinosa, por el Club Primera Plana, que preside, le entregó un reconocimiento por sus cuarenta años como reportera-periodista, sin interrupción Allí le aplaudieron Bertha Gabriela, la mayor e Irma del Rocío, la menor. Ese día habló de sus criaturas:
“Carlos: Dos de las más felices experiencias de mi vida fueron las de recibir, no adoptar, me las regalaron, dos mujeres angustiadas que no conocí, pero que no podían tener a esas pequeñas, la primera de dos meses y la segunda de dos días.
“Mi madre me estimuló para que fuera educadora como ella porque «quiero que aprendas a amar a los niños» en casa no había pequeños entonces. Creo que logró el objetivo, aunque no haya estado presente en esos momentos.
“Fue complicado darles un apellido porque yo como educadora había visto sufrir a niños con un solo apellido o con el de su madre.
“Mi papá decía ponles Fernández, mi cuñado me ofrecía su apellido, Ángeles, pero yo, terca como siempre dije, ni son mis hermanas, ni mis sobrinas, son mis hijas, así que me di a la tarea de buscar un padre que le diera su apellido, yo no tenía pareja.
“Encontré a Jaime Trejo, buen amigo, entonces soltero quien dijo ‘le doy mi solidaridad de socialista y mi apellido’, yo prometí que no tendría ningún compromiso, sólo el prestar el nombre y así fuimos a Tenango del aire, entonces municipio del PSUM y registramos sin problema a Irma del Rocío, india guerrerense, inteligente, hermosa, recia, y de mucho carácter, pero muy amorosa.
“Muy pronto, como fue creciendo me pedía una hermanita, yo le expliqué que si no había esposo, no podía haber hermana, ella me decía cásate para que tengamos un bebé. -Yo como recordarás, tuve pegue, pero no suerte para los hombres, muchos me perseguían, pero nada serio.
“Consciente de que no sería tan fácil conseguir un marido, le dejé la tarea a Dios y le dije, mi hija quiere una hermanita, pero yo, no tengo pareja, ni tiempo, ni dinero, lo dejo en tus manos.
“Pasaron siete años y un día me habla Irma, una querida amiga periodista, y me dice que hay una pequeña recién nacida, hija de madre soltera que quieren llevar a la cuna, y me pregunta si yo la quiero.
“Te confieso que se erizó la piel, pero luego dije: como quiero que mi hija tenga una hermana, si cuando aparece la rechazo y decidí decir que sí, busqué lo único que providencialmente había guardado, que era un bambineto y una cobijita, los arreglé y nos fuimos en busca de la bebé.
“La historia era dramática, la tía la rescató de que la llevaran a la casa de cuna, llegó al domicilio de mi amiga, con una cajita pequeña en donde estaba la chiquita, que quizá ni en el seno materno, ni fuera de él, había recibido muestras de amor. Llevaba la mamila llena y no había comido en dos días.
“Yo me acerqué, la saqué de la cajita, la tomé en mis brazos, acaricié su cabecita negra, llena de pelo y le dije hijita ya tienes una familia, yo soy tu mamá y ella es tu hermanita.
“La pequeña comenzó a beber su mamila, y hasta hoy no para de comer, seguro que por primera vez supo lo que era el calor humano y el amor.
“Bertha Gabriela llamó a mi padre y le dijo, papá cómprame unos pañales porque ya tengo una hermanita, mi papá salió corriendo a la tienda del ISSSTE, muy cercana a la casa para obtener ese artículo más. El siempre amó a los niños y a estas las vio como sus hijas, nunca le dijeron abuelo, siempre papá.
“Mi hijita había nacido el mismo día en que mi hermana perdíó a su hijo de 20 años en un accidente de aviación, aunque yo no era la madre, Dios me recompensó. Mi papá decidió bautizar a la nena como Bertha Gabriela porque el joven se llamaba Gabriel.
“Que historia tan larga te cuento para decirte que fue hermoso, pero ya no tengo fuerza para recibir a otra, por muy feliz que me haga.
“Las dos se aman y me aman, considero que fue un regalo de Dios. Gaby también es inteligente, creativa, generosa y muy amorosa conmigo, estudia otro año de diseño gráfico, igual que su hermana.
“A Jaime lo vemos el día del padre porque siempre lo festejamos en esa fecha, pero cuando lo necesitamos, siempre está, como cuando tuvo que firmar el pasaporte porque nos íbamos a España.
“Besos”
¿Verdad que es una hermosa historia sin fin?