Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Silencio y paz
Tengo a la mano la preciosa poesía del padre Francisco Larrañaga, que me leyó ayer don Jorge Bermejo, en su condolencia. Me gustaría compartirla:
“Fue llevada al país de la vida. ¿Para qué hacer preguntas? Su morada, desde ahora, es el descanso, y su vestido, la luz.
Para siempre. Silencio y Paz ¿que sabemos nosotros?
Dios mío, señor de la historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y de la muerte.
Sin preguntarnos la llevaste contigo a la morada santa, y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Amén.
Silencio y Paz. La música fue sumergida en las aguas profundas, y todas las nostalgias gravitan sobre las llanuras infinitas. Se acabó el combate.
Ya no habrá para ella lágrimas ni llanto, ni sobresaltos. El sol brillará por siempre sobre su frente, y una paz intangible, asegurará definitivamente sus fronteras.
Señor de la vida y dueño de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser entrañable que se nos fue.
Duerma su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en tu seno insondable y amoroso, Oh Padre de misericordia.
Silencio y paz para Bety, mi amor.