Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
La verborrea
Si usted llegó a los 80 años o está por llegar, como el actual gobierno, cuídese de todo, de todos y de todas. De la verborrea. Del mucho hablar, del mucho prometer y de nada decir y menos cumplir.
Nos han contado el cuento de que estamos en la mejor edad. Cañón. Patrañas. Eso fue a los 30, a comienzos de los 40, y hasta los 70, cuando repetir de todo no sólo no hacía daño, sino que era posible y hasta motivo de orgullo y de jactancia. Pero a los 80 «repetir» es palabra maldita y prohibida: Ver-bo-rrea.
Así, a secas. Utilicemos semejanzas para hacer un equilibrio. Veamos:
Que vamos bien. Qué mal. Centenares de muertos, hay nanita. Pero, a lo macho, quién es culpable de todo lo que sucede en este aún hermoso país. El joven quien dice mandar. O quién más. Bueno, pero ¿Repetir matrimonio? Con qué, y a qué hora. Repetir frijoles ¿Y los gases qué? Repetir el acto sexual. Será dentro de una semana (con suerte). Después de los 80, no hay vuelta posible: ¿Volver a empezar? ¿Con qué tiempo? ¿Volver a ser papá? Y las desveladas y agachadas. No más¿Celebrar hasta que amanezca? Muerte súbita. ¿Volver a trotar? Infarto seguro. ¿Volver a nadar? Será flotar. ¿Volver a cantar? Te ahogas, mi vida. ¿Beber como antes? Ahí viene la cirrosis.
Después de esa edad todo es grave, de cama, de muerte. Un catarrito, es una bronquitis. Un resfriado, es una neumonía. Un barrito, es cáncer. Una tos, es tisis. Un golpe, es un hematoma. Una mordida al chicharrón, es diente perdido. También un dolor de cabeza es derrame. Un dolor en el pie es gota. Dolores en las manos, artritis. Un olvido pendejo, demencia senil. Una tiritada por frio, es Parkinson. Un estornudo, tuberculosis.
Oclusión intestinal después de los 80, es cáncer de colon. Tenemos sed, diabetes. Un kilo de más, retención de líquidos Uno menos, ¿será leucemia? Meada a media noche, próstata. Lo que no crece, salvo las orejas, se cae o no funciona igual. No tenemos pelo en la cabeza, pero sí en la barba, en las orejas, en la nariz. Los brazos se vuelven gelatina.
Todo es peligroso: Sonarte fuerte, es hemorragia nasal. Visión borrosa, son cataratas. Cera en los oídos, otitis. Insomnio, es ataque depresivo. Si despertamos y no sentimos nada, demos gracias al Creador porque ya morimos, como está a punto de suceder al país, por tanto muerto cada día, sin solución y, perdón el gerundio, creciendo.
Y aquí los dejamos porque es hora de echarnos nuestro polvito, aunque sea de Metamucil o carbonato y aplicarnos linimento por todos lados. No nos hagamos ilusiones. A quien se jacta de su prosa juvenil le recordamos que amanecimos, respiramos, nos duele algo.
Pero todavía tenemos hambre y sed de justicia. Cansados de que las autoridades, todas, sean sordas, mudas y ciegas. Quieran disfrazar los sórdidos asesinatos con “accidentes”, “confusiones” o simplemente suicidios colectivos, como en tantas y tantas partes del territorio nacional. Por ello disfrutemos y bailemos, ni modo, al danzón que nos toquen, que al fin es cultura, diría el gran Froylán. El resto es ganancia. ¿Para quién?