Corrupción neoliberal
Debemos enterarnos, al menos a quienes nos interesa salir de la incultura, de algunas reglas de la “Nueva gramática de la lengua española”.
Antes entraremos en antecedentes para dejar clara nuestra intención: Es la primera gramática académica desde 1931 y ofrece el resultado de once años de trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española, que aquí fijan la norma lingüística para todos los hispanohablantes.
El objetivo de ellas es conseguir que ésta, en sus diferentes versiones, llegue a todos ellos: A los usuarios y a los especialistas e investigadores; a los que tienen el español como primera o segunda lengua, y a los profesores de español en los diversos niveles académicos. Se da como ejemplo de uso, el género.
En miembro (de membresía, para que entiendan mejor) se admiten las alternancias: “Ella es el miembro (o la miembro) más notable del equipo”. Pero “miembra”, no. Doña Bibiana debe de estar muy disgustada. No se admite ¡su gran aportación lingüística! Porque género no es igual que sexo.
El género es una propiedad de los nombres y de los pronombres que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia a los que determinan, y los adjetivos que no siempre están relacionado con el sexo biológico. Por ejemplo, las personas no tenemos género, tenemos sexo. De ahí, que la expresión “violencia de género” sea incorrecta porque la violencia la cometen las personas, no las palabras. En nuestra lengua se debe decir violencia sexual o violencia doméstica, como nos indica la Real Academia Española.
Debemos evitar las reiteraciones innecesarias, como tampoco aceptar la utilización redundante del masculino y del femenino: “La mayor parte de los ciudadanos y de las ciudadanas” es un circunloquio innecesario. El criterio básico de cualquier lengua es economía y simplificación. Obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no utilizar con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos.
A lo largo de los últimos años, destacados miembros de la RAE rebaten la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina.
Muchos, por supuesto, disfrutan de la osadía de la ignorancia. Para combatirlos, una comisión del parlamento andaluz se dirigió a la Real Academia Española solicitando un informe sobre la corrección de los desdoblamientos tipo.
Puso ejemplos: “diputados y diputadas, padres y madres, niños y niñas”, etcétera. La RAE respondió y puntualizó que tales piruetas lingüísticas son innecesarias.
El empleo de circunloquios y sustituciones inadecuadas: “diputados y diputadas electos y electas” en vez de diputados electos, o llevaré “los niños y las niñas” al colegio en lugar de llevaré a los niños al colegio resulta empobrecedor, artificioso y ridículo. Y para dar respuesta al ministerio de desigualdad, que subordina todo al ser macho, han creado el “hembrismo”, de hembra, pero han olvidado lo central, el ser hombre, en sus dos vertientes.
El mundo se reduce a sexo: ese es el lema de esta moderna herejía. Ahora comprenderán su reflejo lingüístico. Primero confunden género y sexo: una silla es femenino pero no hembra, un sillón es masculino pero no macho…
El género común es útil, evita pérdidas de tiempo, sintetiza, abarca ambos géneros y ambos sexos: es más económico decir, cuando traducimos el Evangelio, dejad que los niños se acerquen a mí que decir “los niños y las niñas”. Decir, incluso, al niño se le debe máxima reverencia, evidente que incluye a niños y niñas. La estúpida incorrección lingüística de “para todos y todas”, “los compañeros y las compañeras”, “los vascos y las vascas” matraca políticamente correcta, al decir de sus usuarios.
A ellos la RAE les informa que sustituir los funcionarios por “los funcionarios y las funcionarias”, es tonto e inútil, destroza la economía del lenguaje. Es grotesco.
La arroba no es una letra
Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y ciudadanas, etc.) ha comenzado a usarse el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o: l@s niñ@s.
Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño.
Expliquemos qué es la arroba: Primero. Símbolo que se utilizaba para representar la unidad de masa llamada arroba: @ (plural @@). Peso equivalente a 11,502 Kg. (peso equivalente a 12,5 kg.) Segundo.
En la actualidad es muy conocido por los usuarios de informática pues se utiliza para indicar «en» (at en inglés) en las direcciones de correo electrónico y otros servicios en línea que utilizan el formato usuario @ servidor.
Y tercero. Durante buena parte del comienzo y mitad del siglo XX, fue un símbolo usado en los libros de texto como representación del área, especialmente en libros de matemática e ingeniería. Las lenguas evolucionan, pero evolucionan con el uso popular no con imposiciones políticas de arriba hacia abajo.
Por el buen uso de nuestro idioma, a menudo, tan maltratado e incluso, a veces, perseguido, te ofrecimos esta cápsula. Gracias.