Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Mutuo reconocimiento
En estos días, en que Estados Unidos y Cuba se dan la mano después de medio siglo, no podemos olvidar la frase de Sir Winston Churchil: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.
Ni mucho menos dejar de lado el desaire a México para participar en la paz y el mutuo reconocimiento de esas dos naciones amigas nuestras.
Podríamos decir que el “abrazo” de Barack Obama y Raúl Castro se debe al Papa Francisco, como intermediario y a la buena voluntad de Canadá, para lograrlo en su territorio. No nos equivocamos al afirmar que no se fijaron en nosotros, porque, en estos momentos de distorsión nacional qué confianza podemos representar. Aquellos dos países buscaron la paz.
Y nosotros, nuestros gobernantes estatales y federal, están en lo mismo, pero sin zeta: pás, pás, pás y re pás. Tenemos un pleito interno, hoy más que nunca. Primero deberemos resarcir nuestra tranquilidad y luego bogar por la externa. Cabe la frase de “en casa del herrero, azadón de palo”. Es lo que nos acontece. Con tristeza vemos, somos testigos, de la poca eficiencia del gobierno en atender los problemas internos. De la súbita riqueza de los inmediatos y cercanos del jefe de la Nación. Los asesinatos, no los pasados ni los futuros, sino los presentes que acrecientan el número, ya casi infinito. Que no resuelven nada. De la burla del Congreso al pueblo a quien, creemos, se deben.
Olvidan, deliberadamente leyes para combatir la corrupción, pero se llevan su buen “moche” así se dice, ¿verdad? Quién puede olvidar que Cuba, durante los años cincuenta tenía el segundo y tercer lugar en entrada per cápita de Iberoamérica. Superaba a Italia y más del doble de los de España. A pesar de su pequeño tamaño y con solo 7 millones de habitantes ocupaba, en 1958, la posición 29 entre las economías mayores del mundo.
En 1959, la Habana era la ciudad del mundo con el mayor número de salas de cine (358). Superaba a Nueva York y Paris. Hoy los cubanos son un poco más. Viven en la isla acaso 11 millones, y salvo los que manipulan a sus congéneres, el resto vive de milagro. Aquí en México, somos un poco más de setenta y ocho millones de hambrientos, veintidós millones medio muertos de hambre y el resto, para completar 120 millones, según el último censo, vive bien, pero muy, muy bien. Lo que hace cincuenta años , en diciembre de 1959, se pensó que Cuba encontraba una solución para crecer aún más y acabar con la injusticia, se tradujo en ironía, tristeza, falta de trabajo, y reclamo.
Seguramente que este entendimiento regrese a la isla antillana, la bonanza. Así esperamos también que como la bendita la paz que llevó a Cuba, el Obispo de Roma, don Francisco, se fijara en nosotros y pudiera intervenir para lograr otro “milagro” similar.