El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Conocer el Vaticano
Luego de la grata experiencia que tuvo Raúl Castro Ruz con el Papa Francisco, que en breve visitará la isla antillana, y que llevó al presidente de Cuba a confesar que “podría regresar a escuchar misa”, nosotros, con el auxilio de expertos y con vivencias personales podemos invitarlos a conocer el Vaticano. Trataremos de ser congruentes y claros en la exposición. Ojalá y lo logremos.
De política, nada. Y menos de las constructoras que ensombrecen aún más la imagen dañada del habitante de Los Pinos y su séquito, aún vigente.
Hace 85 años, el tratado de Letrán de 1929 convirtió la ciudad del Vaticano en un Estado independiente, el más pequeño e influyente del mundo.
Presenta un aspecto de ciudadela fortificada, en gran parte gracias al Papa León IV, que mandó construir las murallas medievales que la rodean por todas partes, excepto en el extremo este, donde la apertura de la Plaza San Pedro delimita la frontera con Roma.
La Plaza San Pedro, que se extiende ante la basílica de San Pedro, fue proyectada por uno de los artistas más geniales del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini: Cuatro filas de columnas, que parecen una sola cuando se contemplan desde cada una de sus perspectivas. Y forman la escenografía de la columnata elíptica que rodea el obelisco situado en el centro de la plaza.
En la antigüedad este decoraba el circo de Calígula, lugar en el que según parece fue martirizado y crucificado San Pedro. Da paso a la basílica sede de la iglesia católica y símbolo de su poder.
Los primeros cristianos construyeron una pequeña capilla en el lugar del martirio de San Pedro y, años más tarde, Constantino erigió esta impresionante iglesia.
En su construcción participaron afamados arquitectos y artistas como Miguel Ángel, el artífice de su famosa cúpula.
Cinco puertas dan acceso al interior del templo, custodiado simbólicamente por las estatuas ecuestres de Carlomagno y Constantino. La última a la derecha, desde nuestra perspectiva, es la Porta Santa, abierta y cerrada por el Papa sólo en ocasión del año jubilar.
En el centro de la fachada se abre la gran logia destinada a la tradicional bendición “urbi et orbi” -ciudad y mundo-.
En el centro del templo se encuentra el baldaquino de Bernini, enorme dosel de bronce que se eleva sobre la parte más sagrada de la basílica, y los restos del apóstol San Pedro, situados bajo la iglesia, justo en el centro de la necrópolis que guarda los restos de varios Papas.
Enmarcada por el baldaquino aparece la Cattedra Petra, obra de Bernini. Esta silla de madera bañada en oro flota sobre las manos de cuatro padres de la Iglesia bajo la atenta mirada de la figura de la Santísima Trinidad.
En el lado derecho del pórtico se encuentra la entrada a la cúpula. Las logias enclavadas en sus pilastras guardan reliquias tan veneradas como la famosa Verónica, una tela con la imagen de Cristo grabada. Desde allí pueden admirarse los fastuosos jardines del Vaticano.
En los jardines del Vaticano hay numerosas fuentes, como el Galeón y el Águila; pequeños edificios, como por ejemplo la célebre Casina di Pío IV, que alberga la Academia Pontificia de la Ciencia, y algunas grutas artificiales.
(La basílica de San Pedro y los museos vaticanos son los únicos lugares abiertos al público, aunque se puede concertar la visita de los jardines del Vaticano y la necrópolis de San Pedro a través de la oficina de información turística)
El Vaticano cuenta con numerosos palacios que son la residencia oficial de los Papas desde el siglo XIII. Con excepción del jesuita Francisco, que no se hospeda ahí.
Su interior guarda los célebres museos vaticanos, únicos en el mundo por su valor y belleza. Al recorrerlos la primera parada es la capilla Sixtina, construida por mandato de Sixto IV entre 1475 y 1481.
El fresco del techo, que representa la Génesis, fue encargado a Miguel Ángel y las pinturas de las paredes laterales del muro opuesto al altar a prestigiados pintores de la época, Boticelli, Perugino y Ghirlandaio.
Y 24 años después de finalizar esta gran obra se le encargó a Miguel Ángel pintar las paredes de la capilla con un fresco que reflejase el Juicio Final, uno de los más impresionantes de todos. En él las figuras se hicieron más grandes y los colores más vivos. Ante estas sobrecogedoras imágenes se reúne el sacro colegio cada vez que se elige a un nuevo pontífice.