Descomplicado/Jorge Robledo
No nos culpes
Constantemente se critica a las personas muy mayores, no adaptarse al mundo moderno. Sin duda, nosotros nos responsabilizamos por todo lo que hicimos y no culpamos a nadie por eso. Pero no nos culpes tampoco. No fuimos nosotros. Que quede muy claro, no somos culpables de lo que no han sabido hacer.
Un talentoso y joven abogado nos recordaba ayer, que a los hijos, cuando los traemos a la vida les damos, además, inteligencia. Posteriormente educación en el hogar e instrucción en la escuela. Logran ser ingenieros, actuarios, abogados, administradores. Y, casi todos, saben aplicar sus conocimientos y la cultura adquirida. La ponen en práctica y la transmiten a sus vástagos. Es un don extra.
Otros no dejan de rumiar su derrota, que no se debe a nadie más que a ellos. Los que recibieron de sus padres, pobres o ricos, casa, vestido y sustento. Claro, más de la madre, ayuda económica y moral abundante. Y a quien retribuyeron, al menos algunos, con creces.
A ellos en particular, pero a todos en general nuestra aseveración: Trabaja. Así de simple. Usa la inteligencia. Pero no te quejes ni nos culpes.
No obstante, después de una serena meditación, nos gustaría señalar que, a pesar de habernos tomado lo bueno del mundo, de haber vivido una revolución sexual. De rebelarnos contra ciertos valores tradicionales y haber bailado con la música de Luis Alcaraz, Pérez Prado, los Beatles y de los Rolling Stones. No fuimos quienes eliminamos: El deseo de superación y del trabajo que es fecundo y también creador.
Ni la melodía de la música, el talento y la creatividad de las obras artísticas, La buena voz a la hora de cantar. El orgullo por nuestra apariencia exterior. La limpieza corporal. La cortesía al hablar. La forma exquisita y decorosa de comer.
El romance en las relaciones amorosas. El compromiso de la pareja. La responsabilidad de la paternidad, La unión de la familia. El aprendizaje y el gusto por la cultura. El sentimiento de patriotismo. La moral.
No fuimos nosotros los que abolimos: La urbanidad en las escuelas y ciudades. El buen comportamiento intelectual. El refinamiento del lenguaje. El gusto por la buena literatura. La prudencia a la hora de gastar. La ambición por querer ser alguien en la vida.
Tampoco nuestra generación la que impuso: La falta de respeto por los compañeros. La vulgaridad y la grosería. La falta de solidaridad con la gente en la calle, en las escuelas, en los hospitales;
Ni de sentirnos orgullosos por haber sacado a Dios de nuestras vidas.
No acabamos con el respeto por los otros. Especialmente por las mujeres y los viejos. Menos los que eliminamos la paciencia y la tolerancia de nuestras relaciones personales, ni de nuestras interacciones con los demás.
De hecho, somos personas mayores. Acaso muy mayores, pero aún podemos animar una fiesta, pese a que sólo resistamos medio día. Abrir frascos con tapas a prueba de niños. Aunque haya que usar un martillo. Muchos nos acordamos de llegar a casa a una hora decente y de forma adecuada. Dormimos como bebé durante la noche. Y al mediodía, aunque el cuerpo demore en permitir levantarnos.
Nos reímos de las críticas… a pesar que muchas veces cueste oír bien lo que dicen. Somos muy buenos para contar historias o chistes. Y las repetimos con éxito o por cortesía de nuestras amistades.
Nos habrás oído decir: “Mas no pienses que me he vuelto un cascarrabias, cara dura, o intransigente. Simplemente, creo que tengo edad para decir que hay cosas que ya no me agradan”.
Pero como a ustedes no nos gustan los embotellamientos del tránsito. Ni las multitudes. Ni la música alta, ni los niños gritones y mal educados. Ni los perros que ladran incesantemente, ni las filas eternas, ni tantas otras cosas… “que ahora no me acuerdo”.
Claro que todos los de mayor edad tenemos intención de seguir en el disfrute de la vida. Esa existencia que Dios otorga. Para respetar a los otros y con el ferviente deseo de que se nos respete. Sin habladurías y menos chismes.
Hemos soslayado a propósito, la maldad de los gobiernos sucesivos, porque como ustedes, los jóvenes, también estamos asqueados. ¨Pero nos roban, nos saquean. Nos mienten. Nos ofrecen. Se reparten prebendas. Y se burlan del pueblo con todo cinismo. Por eso, no hablamos ni nombres decimos. Tampoco de eso somos culpables. Y menos de los viajes al extranjero del presidente joven.
Lo cierto es que el dueño de este mensaje también entonó canciones de protesta. Hizo algunas cosas no tan santas. Danzó al son de las mejores orquestas, marimbas. Y aplaudió a los bandidos oficiales.
Recordemos que sólo las personas mayores podemos entender esto de enviar mensajes y chistes por correo electrónico casi todos los días, para distraer y disfrutar con tantas cosas que hay y que no le hacen mal a nadie. De nuevas amistades, a quienes admiramos y respetamos con orgullo.
Te lo platico, querida Bety que me acompañaste en el disfrute por más de sesenta y tres años que duró, hasta el 3 de agosto de 2015, nuestro matrimonio. En mis ochenta y cinco años de vida.
Cómo te extraño, palabra. Pero no te olvido. Nunca.