Escenario político
La Sonata de Beethoven
Seguimos con la luna, Bety. Dejemos un rato el momento triste del país. Y preparémonos a transportarnos en vehículos públicos. Pues el martes, dicen, empieza el apogeo en el descanso obligatorio de vehículos particulares. Y los oficiales, ¿también? Vayamos a lo nuestro.
Claro que hemos escuchado, acaso todos, el Himno a la alegría o la Sonata Claro de Luna de Beethoven. Pero pocos saben su historia. Permítasenos hacer la referencia de que fue una joven “invidente” quien lo inspiró, para tal maravillosa composición.
Tan poético nombre, justamente con la sonata “Appassionata” (ambas fueron publicadas en 1802), han contribuido a otorgarle cierta aureola romántica, que envuelven la grandeza y genialidad de ambos poemas pianísticos.
Es nuestro deseo esclarecer tal equivocación. Que si bien, nos parece conmovedora tal historia y le otorga un sentido amoroso y sensible, no es lo correcto.
En cuanto al origen de tal creación pianística. Beethoven dedicó, la sonata “Claro de Luna”, a la hija del conde Guicciardi. Giulietta de tan solo 17 años, fue su alumna. Ella no era ciega y gozaba de enorme popularidad. También y al parecer, Beethoven entonces con solo 30 años, se enamoró de ella. Comenzaba con sus síntomas de sordera y le escribió a su amigo Wegeler (tal como figura en múltiples bibliografías al respecto):
“Ahora vivo más feliz. No podrás nunca figurarte la vida tan sola y triste que he pasado en estos últimos tiempos…Tal cambio es obra de una cariñosa, de una mágica niña que me ama y a quien yo amo.
Al cabo de dos años he vuelto a gozar otra vez algunos instantes de felicidad y por primera vez creo que el matrimonio podría hacerme dichoso; pero, desagradecidamente, no es ella de mi posición y no puedo pensar en casarme”. (Efectivamente, en la familia del Conde hubo oposición a sus amores, y aquélla niña se casó (o fue “casada”) poco después, con el Conde Gallenberg).
La ruptura entre Beethoven y Giulietta se produjo inmediatamente después de publicada la sonata, y el gran artista, solitario perpetuo, que no naciera para la dicha del amor, lloró su desengaño.
He aquí por qué esta maravillosa inspiración, ha sido considerada como un poema desgraciado. Por ello es probable que la composición dedicada a la condesita, fuese escrita a fines de 1801, cuando el autor ya estaba convencido de que su sueño, cuyo fin se aproximaba, no era sino una quimera.
Esta explicación, también fue dada por Marx en su interpretación psicológica, quién escribió: “El –adagio– es un canto doloroso de renunciamiento. En el –allegretto– parece escucharse: “¡Piensa en mí! ¡Yo pienso en ti! ¡Adiós, para siempre…!” Y para algunos historiadores… ella fue: “Su amada inmortal”.
Gracias al genio que nos regaló su luz… hoy podemos gozar de una composición, donde brillan las estrellas en el firmamento y el claro de la luna, nos evocará siempre su canto.
Esta explicación te invita a poner tu compacto, Siéntate cómodamente y disfruta, mientras lees, de La Bellísima Sonata Claro de Luna. Y aprende sobre la vida de su autor: Ludwig Van Beethoven:
¿Quién no ha tenido en la vida momentos de intenso dolor? ¿Quién no ha tenido, en algún momento de su vida, el deseo de darse por vencido? ¿Quién no se ha sentido solo… extremadamente solo y tenido la sensación de haber perdido toda esperanza? Ni siquiera la gente famosa, rica e importante está exenta de tener momentos de soledad y profunda amargura.
Eso fue exactamente lo que pasó con uno de los más importantes compositores de todos los tiempos, Ludwig Van Beethoven, quien nació en Bonn, Alemania en 1770, y murió en Viena, Austria en 1827.
Beethoven atravesaba uno de esos sombríos momentos y estaba muy triste y deprimido por la muerte de un príncipe alemán, quien era su benefactor y era, a la vez, como un segundo padre para él.
El joven compositor sufría de una enorme falta de afecto. Su padre era un borracho que lo golpeaba. Murió de alcoholismo en plena calle.
Su madre murió muy joven. Su hermano biológico nunca le ayudó y, sobre todo, sentía que su enfermedad iba empeorando. Los síntomas de sordera empezaron a afectarlo, convirtiéndolo en una persona nerviosa e irritable.
Beethoven sólo podía oír utilizando una especie de cuerno. Siempre llevaba consigo un cuaderno, en donde la gente podía escribirle y comunicarse con él, pero no tenían paciencia para eso, ni él para leer sus labios. Dándose cuenta que nadie le entendía ni quería ayudarle, Beethoven se encerró en sí mismo, y evitó a la gente. De ahí se ganó la fama de ser un misántropo. Por todas estas razones, el compositor cayó en una profunda depresión. Incluso hasta preparó su testamento. Dijo que quizá sería mejor para él, suicidarse.
Pero, como no hay niño que por Dios sea olvidado, la mano salvadora que Beethoven necesitaba vino a través de una joven mujer ciega, que vivía en el mismo edificio que él, y que una noche le dijo, gritando a sus oídos: “Daría cualquier cosa por ver la luz de la luna”. Escuchándola a ella… Beethoven rompió a llorar. Después de todo… ¡él podía ver! Después de todo… ¡podía componer música y escribirla sobre papel!
De repente, un fuerte deseo de vivir invadió a Beethoven y lo llevó a componer una de las más hermosas piezas de música de todos los tiempos: “Sonata Claro de Luna”
En el tema central de la sonata, la melodía imita y reproduce los pasos lentos de gente. Posiblemente del mismo Beethoven y de otras personas que llevaron el ataúd del príncipe alemán, su amigo, patrón y benefactor: Observa el cielo, plateado por la luz la luna, y recuerda a la joven mujer ciega, Beethoven parece preguntar por las razones de la muerte de su querido amigo y entra en una profunda y enriquecedora meditación.
Algunos estudiosos de la música dicen que las notas que se repiten insistentemente, en el tema central del primer movimiento de la sonata, ¿podrían ser las sílabas de la palabra “Warum? Warum?”
(¿Por qué… ¿por qué?) O alguna otra palabra alemana de similar significado.
Años después de superar su angustia, su tristeza y su dolor, vino la incomparable “Oda de la Alegría” de la Novena Sinfonía, su obra magna: Con ello se coronaba la obra de un extraordinario compositor.
Beethoven dirigió personalmente el estreno de la Novena Sinfonía, en 1824, ya completamente sordo…
Pero pudo escuchar, sentir, ver, el aplauso de un público emocionado: Uno de los músicos de la orquesta, gentilmente giró a Beethoven para que pudiera ver la sala y a los asistentes, llenos de emoción y alegría dando eufóricos aplausos y ondeando sus sombreros.
Se dice que “La Oda de la Alegría” expresa la gratitud de Beethoven a la vida y a Dios, por no haberse suicidado.
Y todo esto gracias a esa joven mujer ciega, quien le inspiró el deseo de trasladar, en notas musicales, la luz de la luna: los rayos de luz de luna por sí mismos en una maravillosa y bellísima melodía.
Al utilizar su sensibilidad, Beethoven, el compositor que no podía oír, retrató, a través de una hermosa melodía, la belleza de la luz de la luna, para que la “viera” una niña que no podía ver con sus ojos físicos.