El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
El gran Pavarotti
Quién iba a decirle a Fernando Pavarotti, aquel humilde panadero de Módena, Italia, aficionado a la ópera, que Luciano, su único hijo varón, iba a ser la mayor leyenda del bel canto del siglo XX.
Nacido el 12 de octubre de 1935, Luciano Pavarotti creció rodeado de música y pronto supo que la vocación de su padre era también la suya. Junto a él dio sus primeros pasos artísticos, en el coro del Teatro de la Comunna de su ciudad, y junto a él vivió por primera vez esa sensación mágica de subir a un escenario y emocionar al público con su voz.
Fue durante el Concurso Internacional de Canto en Llangollen (Gales), donde padre e hijo obtuvieron el primer premio del certamen junto a la Coral de Gioachino Rossini. Estamos en 1955. Ya no hay marcha atrás. El joven Luciano ha decidido dedicarse, profesionalmente, al canto y hacer carrera como tenor.
Mientras cursa estudios en la «Scuola Magistrale» -donde después de graduarse trabajó como maestro de primaria- decide estudiar canto, primero con Arrigo Polo, en Módena, y luego con Ettore Campogalliani, en Mantua, la Opera Rigoletto: Un intenso drama de pasión, engaño, amor filial y venganza con una figura central, Rigoletto, el bufón jorobado de la corte del Ducado de Mantua.
El 29 de abril de 1961 Pavarotti se presenta al Concurso Internazionale de Opera, de Reggio Emilia. Es la primera vez que interpreta una ópera completa, nada menos que “La Bohème”, de Verdi, da vida a su protagonista, Rodolfo.
Su éxito es clamoroso. Pavarotti obtiene el Primer Premio del certamen. Automáticamente abre las puertas del circuito operístico mundial. Ha nacido un mito.
Sus primeras apariciones internacionales son en Amsterdam, Viena, Zurich y Londres en 1963.
Para el 65, ya debuta como Edgardo, de “Lucia di Lammermoor”, en Miami, junto a la conocida soprano Joan Sutherland. Esta producción, que le llevaría hasta Australia, marcaría el inicio de lo que sería una brillante historia conjunta. Pero sin duda, el hito de este año fue su debut en La Scala, de nuevo en el papel de Rodolfo, el personaje que más alegrías le proporcionaría a lo largo de su carrera.
Años después regresaría a Milán para interpretar a personajes como El Duque, de “Rigoletto”, Tebaldo (“I Capuleti e i Montecchi” de Bellini) y Des Grieux (“Manon” de Massenet), o el “Réquiem” de Verdi para celebrar el centenario de Toscanini en 1976.
Diez años antes el nombre de Pavarotti ya se ha consolidado internacionalmente en el Convent Garden de Londres, donde le conceden el título de “Rey de la Octava Do”.
En 1967 debuta en San Francisco y en 1968, en el Metropolitan Opera House de Nueva York, donde realiza la proeza de cantar nueve do agudos en un aria de “La fille du régiment”. Aparece en la portada de la revista Time
Amén de su capacidad y expresividad vocal, su actuación escénica también alcanza la genialidad, sobre todo en los papeles cómicos, en los que resulta especialmente convincente.
Con el paso de los años, en la medida que su voz crece y se oscurece, amplía su repertorio. A los grandes papeles para tenor lírico agrega otros más dramáticos como el Radamés de “Aida” o el príncipe Calaf de “Turandot”, culmina en 1992 con Otello, el papel más importante y difícil en la carrera de este inigualable cantante lírico.
Durante la década de los ochenta y a principios de los noventa, Pavarotti se hizo popular en todo el mundo gracias a sus frecuentes recitales populares y colaboraciones con estrellas del pop.
Es el primero en concebir la ópera como un espectáculo de masas. Aún se recuerdan sus actuaciones en el Hyde Park de Londres (donde cantó frente a Carlos y Diana de Gales), el Central Park de Nueva York, en un concierto retransmitido en directo por la televisión a millones de personas en todo el mundo. Y bajo la Torre Eiffel de París ante 300.000 entregados seguidores.
Las actuaciones junto a sus colegas José Carreras y Plácido Domingo, “Los tres tenores”, marcaron un hito indiscutible en la popularización del género.
A partir de 1990 y durante varios años seguidos, Pavarotti se implicó activamente con la organización War Child.
Recauda fondos para la construcción de un centro de musicoterapia en Mostar. Cada año se organizaron conciertos en su ciudad natal, Módena, bajo el título de “Pavarotti and friends». Participaron otras personalidades de la música internacional.
Entre la larga lista de compañeros con los que ha trabajado se encuentran, además de los ya mencionados Domingo y Carreras, los de Montserrat Caballé, Kiri Te Kanawa, Renata Scotto, Andrea Bocelli o los directores Claudio Abado, Herbert Von Karajan y Leonard Bernstein, por citar sólo a algunos de los más conocidos.
Su discografía incluye colecciones de arias y recitales, un concierto en vivo en el Carnegie Hall, antologías de canciones napolitanas e italianas y varias interpretaciones junto a cantantes ajenos al bel canto como Sting, Bryan Adams, Caetano Veloso, Celine Dion o el vocalista de los U2, Bono. Con los que Pavarotti, además de dejar grabados temas para la historia, tuvo gran amistad.
Su disco antológico “Essential Pavarotti” fue el primer clásico en mantener el puesto número uno de la lista de ventas inglesa, durante cinco semanas.
En enero de 2003, su compañera Nicoletta Mantovani dio a luz prematuramente a dos mellizos, pero sólo uno de ellos, Alice, ha sobrevivido. Pavarotti ya tenía tres hijas (Lorenza, Cristina y Giuliana) de su anterior esposa, Adua Veroni, de la que se separó cuando comenzó su relación con Nicoletta, hasta entonces su secretaria personal.
En diciembre de 2003 y con 68 años, se casó en segundas nupcias con ésta, de 33, en una ceremonia civil celebrada en el teatro de su ciudad natal, Módena.
El 7 de julio de 2006 el cantante es intervenido en un hospital de Nueva York de un cáncer de páncreas. A su salida, mientras se recupera de la operación en su casa frente al Adriático, declara al Corriere della Sera: “Soy optimista y lo seré hasta la muerte».
El 6 de setiembre del 2007 se termina su optimismo.
Fallece en el hogar. La ceremonia fúnebre se llevó a cabo en su ciudad natal. Fue sepultado en el cementerio Montale Rangote cerca de su villa, en las afueras de la ciudad, donde están enterrados sus padres y su hijo Ricardo, quien murió poco antes del parto en 2003.
Aún escuchamos su voz, que hace vibrar. Y entusiasma.